Between the Devil and the Deep Blue Sea (Pt3)

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Satoru se elevaba varios metros sobre el suelo con la ayuda de su técnica maldita. Aunque no paraba de sonreír, era la primera vez en mucho tiempo que se enfrentaba a una maldición como esa. Después de todo, no todos los dias tenías la oportunidad de pelear en contra un dragon. Su pelaje y escamas blancas brillaban más que la luz de la luna. Los ojos de la criatura eran inmensos y tenían una forma bastante peculiar: eran amarillos y no tenían iris, solo eran dos vórtices que, al mirarlos directamente, te mareaban. Pocas veces Satoru empatizaba con una maldición, pero esa le gustaba y estaba ansioso por derrotarla.

—¿Concedes deseos como Shen Long?

La maldición no respondía a sus comentarios, pero Satoru estaba seguro que, de alguna forma, lo entendía, aunque posiblemente no captaba sus referencias de Goku.

—A mí me cae muy bien Shen Long, aunque, viéndote de cerca, también te pareces un poco a Gyarados.

La maldición se aburrió de escucharlo o se ofendió mucho con esa última comparación y empezó a atacar. Aunque era gigante, se movía con mucha rapidez. Satoru apenas podía esquivarla; lanzaba ataques con su enorme mandíbula continuamente, y si Satoru se descuidaba solo por un momento, terminaría siendo bocadillo de dragón. Esquivarla en el aire era increíblemente difícil; a diferencia de pelear en tierra, no había otros objetos que pudiese utilizar como distractores. Su defensa dependía de su capacidad para teletransportarse en el momento preciso. Sin embargo, hacerlo tantas veces requería una enorme cantidad de energía maldita que, en ese momento, incluso él no tenía.

Al verse en esa situación Satoru optó por cambiar de estrategia y dejar de gastar su energía en defenderse; sería mejor reservarla para el momento en que pudiese atacar. Justo en esos momentos logró esquivar el ataque del dragón sin teletransportarse, lo que lo hizo sentir una enorme satisfacción que se reflejaba con una mueca en su rostro. Sin embargo, a los pocos minutos se dio cuenta de que el paso de las escamas dejaba una estela que logró cortarle profundamente el estómago.

—Vaya, estás lleno de sorpresas —dijo mientras se tocaba la herida y veía su mano manchada de sangre.

Satoru se dio cuenta de que no podía seguir perdiendo el tiempo. Sabía que no podía tener una pelea a corta distancia con aquella maldición; sus escamas eran demasiado peligrosas. Lamentablemente, y debido al cansancio que cargaba, no podía activar su técnica maldita, así que lo más lógico era optar por un ataque a larga distancia.

Satoru lanzó un "Azul", pero fue inútil. La criatura logró esquivarlo con facilidad. Esto lo desorientó; nunca antes había estado frente a una maldición que fuese más rápida que él. Satoru lo intentó tres, cuatro, cinco veces más; sus ataques se veían como enormes bombas que explotaban en el cielo y retumbaban con un horrible sonido por todo el lugar, pero ninguno funcionó. El dragón seguía moviéndose por los aires con libertad para luego caer nuevamente en el mar. Satoru pudo notar que, cuando lo hacía, miles de peces salían flotando muertos hacia la superficie.

—¡Así que eras tú! Eras tú el que andaba matando peces, ¿cierto? Se lo dije a Suguru, no había forma de que una maldición de tu grado sacara energía maldita de los aldeanos de esta isla.

Satoru entonces miró hacia el puerto y pudo notar desde su altura cómo el incendio había arrasado ya con la mitad de los edificios que se encontraban allí.

—No tengo tiempo para seguir jugando contigo —dijo, como quien regaña a su mascota.

Entre sus ataques fallidos y esa cosa moviéndose por los cielos, Satoru empezaba a sentir una frustración que le tensaba el cuello. Y aunque esta vez atacó con mucho más ímpetu, sus esfuerzos fueron en vano. Por más que atacara, nada parecía hacerle efecto. Nada lograba doblegarle. El caos debajo de él se hacía cada vez mayor. Su paciencia estaba al límite y, de repente, aquella maldición ya no le agradaba tanto.

Strawberry fields foreverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora