39. Encuentros Repentinos

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Desde que Yukiko había comenzado su día a día en la escuela, le habían pasado muchas cosas tanto buenas como no tan buenas: se había ganado una imagen moderadamente buena en su dormitorio, había hecho algunos amigos y prácticamente un enemigo con pintas de cocodrilo. Pero aparte de tener que entrenar con su magia para dejar de sentirse cansada por solo levantar un pedrusco, también tenía que prepararse para los exámenes de final de semestre que estaban prácticamente a la vuelta de la esquina.

Había sido capaz de ponerse más o menos al día con Historia de la Magia, tener un hermano que tenía unos apuntes perfectos sobre aquella materia había ayudado mucho; y había podido dominar la parte de Educación Física que no requería de magia. También fue capaz de pillarle el tranquillo a la creación de pociones; si seguía las instrucciones, era casi como cocinar, y muchas de las más sencillas que había aprendido en clase eran de carácter medicinal y podían servirles para combatir el dolor de estómago y el dolor muscular (siempre y cuando el enfermero le permitiera consumírselas, claro estaba).

Y como una pequeña ventaja, a medida que leía los contenidos de los libros, fue capaz de ir recordando algunos de los contenidos que había podido escuchar en oídos de su hermano durante aquella inexplicable época de espionaje inintencionado; así que se podía decir que había podido asistir a clase con él. Pero obviamente no era capaz de recordar todo de inmediato, y menos algo que había escuchado solo una vez; así que tenía que estudiar igualmente todo desde el principio si no quería suspender...

Pero aquel no era el momento de pensar en ello, era la hora de comer y debía de tener la mente libre de preocupaciones si quería disfrutar la comida de su hermano sin que se le revolviera el estómago por los nervios; ya era suficiente que le ocurriera eso por el proceso de arreglar su magia.

En caso de que volviera a sentirse mal después de comer mientras estaba en proceso de rehabilitar su magia, el enfermero le había recomendado consumir platos caseros en lugar de los de la de la cafetería, que así podría controlar mejor las cantidades.

Yuu, Grim y los demás iban a salir más tarde de clase, pero no iba a estar sola; teniendo en mano la fiambrera, una botella de agua y una alargada caja de galletas, entró a la cafetería de la escuela y buscó a su nuevo amigo con la mirada.

—¡Yuki, aquí!

Yukiko localizó el origen de la voz que la llamaba, sonrió y se sentó frente a él.

—¡Hola, Epel! —lo saludó mientras colocaba todo en la mesa—. Siento la espera. Me pasé por la tienda de Sam en el camino.

—Tranquila, la fila estuvo un poco larga, así que me acabo de sentar —aseguró él—. ¿Es esa la comida que preparaste en tu dormitorio?

—Sí, con mi hermano —respondió ella mientras levantaba la tapa para revelar un sencillo plato consistente en arroz blanco, rollitos de huevo y su comida favorita: carne picada—. Hoy insistió en hacerla él solo, pero me sentaba mal que se levantara un poco más temprano por mí, así que insistí aún más y me puse con él.

—Qué considerado de tu parte. ¿Soléis cocinar mucho en casa?

—Mi madre suele ser la que cocina, pero mi hermano siempre la releva cuando está demasiado ocupada; también solemos ayudarla entre los dos si hay que preparar mucho —comenzó a decir Yukiko—. Puedo cocinar, pero él sabe mucho más que yo. Deberías probar sus filetes empanados, ¡están de muerte!

En ese mismo momento, un par de estudiantes que también pertenecían a la clase 1-B se fijó en ellos y no pudieron evitar sentir curiosidad. Había sido muy fácil notar el cambio de dinámica entre la chica de Savanaclaw y el estudiante de Pomefiore: este último no solo había dejado de ser ignorado por ella, también se habían hecho amigos.

Twisted Wonderland | La Marca De MickeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora