Verdades y desapariciones (Luz)

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La odio, ya está, no hay más. Odio a Ainhoa, odio su menú, odio su arrogancia. Odio todo lo que tiene que ver con ella.

Ayer doña "es una salsa, no un postre" nos tuvo a Paolo y a mi hasta las tantas en la cocina. Joder, si tan chef es, que lo haga ella, ¿no? Pero no, no vaya a ser que se manche la chaquetilla. Mejor ejercer de teniente coronel.

Pues hoy lo mismo. Almíbar, almíbar, y más almíbar. Si es que la codorniz del menú va a acabar ahogada en el dichoso almíbar. Hasta el pobre Paolo me hizo probar el que creía era el "intento definitivo" a modo de "comida romántica". Pero ni "intento definitivo" ni "comida romántica". La codorniz muy rica, eso sí. El almíbar ya es otra historia. Igual que el dosier con el menú, que con la desesperación de Paolo atravesó la cocina a la velocidad de la luz.

- Si me he ido de ahí, es por lo que tú ya sabes. Así que será mejor que dejes de llamarme, hijo de puta. -escucho, agazapada al lado de la barra en busca del dosier-. ¡Joder! ¡Qué susto! -grita Ainhoa al verme salir como un resorte de mi escondite.

- Perdón. Es que, es que se me había caído el dosier...

- Voy a cambiarme. -interrumpe.

Los minutos pasan y Ainhoa no aparece. Es entonces cuando empiezo a preguntarme si se la habrá tragado el váter, si se habrá resbalado y se habrá desnucado... Cualquier cosa, porque cualquier cosa es posible con ella.

Dos horas después sigue sin dar noticias. Las llamadas comunican sin siquiera dar un tono y los mensajes ni le llegan.

Después del servicio, y con Ainhoa desaparecida en combate, el equipo celebra como si España hubiese ganado el mundial. Al terminar de recoger, barrer y limpiar, me cambio lo suficientemente rápido como para batir a Rayo McQueen y corro para hablar con mi madre y rogarle de rodillas, si hace falta, que ponga cartas en el asunto. Para mi sorpresa, las jefas están frente a frente.

- Quería avisarte, pero me quedé sin batería. -¿sin batería? ¿De verdad? ¿Qué tiene 14 años y no pudo avisar a sus padres de que llegaba tarde?

- ¿Qué es lo que ha pasado? -mamá, por Dios, que te la está metiendo doblada...

- Nada, es mi madre. Está mayor y enferma, así que tuve que llevarla de urgencia al hospital, y con la presión y las prisas se me olvidó el cargador. He venido en cuanto he podido, pero...

Ahora mismo me siento como una espectadora de un partido de tenis, moviendo la cabeza de Ainhoa a mi madre y de mi madre a Ainhoa intentando decidir quién es más idiota, si Ainhoa por mentirosa o mi madre por ingenua.

En resumen, la madre de aquí la jefa tiene "problemas de corazón" y como "no estaba su cuidadora con ella" tuvo que encargarse de "llevarla a urgencias" después de un "achuchón". Pero vamos, que no me creo nada. La que parece creérselo es mi madre, que solo le pide que para la próxima vez, avise. Y para colmo, la bronca me la como yo por no cubrirla.

Al salir del despacho la agarro de la muñeca y nos llevo a la sala más cercana, que resulta ser la de la limpieza.

- Habla. -espeto.

- Creo que fui muy clara en el despacho, Luz.

- Ya, claro, y yo soy modelo de Women Secret. Dime la verdad, Ainhoa. -insisto.

- Mira, sí, menti. Mentí porque tengo miedo. -¿miedo? ¿Qué cojones le ha podido pasar para que tenga miedo en Vera del Rey?

- ¿Miedo de qué? ¿De quién?

- De mi exmarido. Bueno, marido, por desgracia. -y ahí todo hace click. Su precipitada marcha de Madrid, la llamada de esta mañana y su ausencia hoy.

- Creo que este no es el mejor lugar para hablar de esto...

- Lo sé. Igual que sé que no confías en mi. Así que, no sé, si quieres, podemos tomar un café cuando tenga piso y te cuento... -dice, mientras juega con sus anillos.

En los dos días que lleva aquí, jamás había visto a Ainhoa así de nerviosa. Tal y como la ves, con ese porte y esa seriedad, nadie diría que tiene tics nerviosos, pero se ve que los tiene.

- Lo siento.

- ¿Por qué?

- Porque sí. Porque pensé que ibas a ser una insolente...

- Que lo soy. -interrumpe.

- Un poco sí. El caso es que no me esperaba que tuvieras un pasado complicado. Me precipité prejuzgándote y te debo una disculpa. Así que lo siento.

- No pasa nada, de verdad.

- Y si sigues sin piso, puedo pedirle a mi madre una habitación del hotel para ti. Supongo que te la pueda dar.

- Pues te lo agradecería mucho, sinceramente.

- Espera aquí.

Salgo corriendo por el pasillo y entro de nuevo al despacho. Mientras le explico a mi madre que Ainhoa está teniendo problemas para encontrar piso, veo como se le cambia la cara. Lógico. Debe estar flipando con que ahora le diga esto, cuando ayer la estaba echando a patadas. Después de la charla, sonríe entre dientes y me da la tarjeta de la 205 sin decir nada más.

- Toma. -digo al volver a la sala de limpieza.

- ¡LUZ! ¡LUZ! -grita mi madre desde el pasillo.

- ¿Qué? ¿Qué mamá? -grito a la par que me asomo.

- Jose Antonio ha desaparecido. -miro a Ainhoa, que asiente, animándome a ir.

- Ve, no te preocupes por el servicio de cenas. Ya me vas contando, ¿vale?

Podría haberla besado en ese mismo instante, pero decido que darle un apretón en la mano es más que suficiente para expresarle cuán agradecida me siento.

A la vuelta de la batida todo son buenas noticias. Jose Antonio está bien, avergonzado por no haber sido capaz de avisar de dónde estaba. Con todo, decido volver a la cocina para ver si puedo ayudar con algo, pero ya no queda nadie, solo Paolo.

- Hola.

- ¡Ey! ¿Ya ha aparecido Jose Antonio?

- Sí.

- ¿Y qué tal? ¿Está bien?

- Pues eso nos ha dicho Julio. ¿Vosotros qué tal?

- Bueno... He perfeccionado mi técnica para hacer el chocolate caliente. -por lo que se ve, muy mal no han estado sin mi...

- ¿Ah sí?

- Sí. Y le he aprendido algún que otro truquito a Ainhoa. -me trago mis palabras. Después de saber lo que sé no puedo volver a criticarla.

- Uy. No pones mala cara, no sueltas ningún comentario. ¿Estás bien?

- Sí Paolo. Solo que... No sé. Creo que tal vez la estoy criticando sin conocerla de nada.

- ¿Y ahora qué hacemos? Porque volvemos a entrar a trabajar en 3 horas... -veo como alza las cejas mientras me habla y ya sé qué quiere hacer.

Sonrío e inmediatamente después ya estoy sentada en la mesa y semidesnuda. Cuando ya llevamos un rato perdidos entre besos y caricias, mi móvil vibra. Decido ignorarlo, pero entra otro mensaje, así que decido parar a Paolo. Desbloqueo el móvil y veo 3 mensajes de Ainhoa.

"Para la próxima vez, intentad acabar con el calentón en otro sitio que no sea la cocina".

"Básicamente porque había bajado a darte las gracias por la tarjeta y no me ha sido nada grato veros".

"Así que eso, gracias. Y no os canséis mucho que mañana va a haber curro".

Genial. Ahora, como se me ocurra tocarle los cojones, sabe por dónde me puede pillar. Estoy jodida. 

Todo lo que no nos dijimos | LuznhoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora