Espuma de limón (Ainhoa)

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El ritmo de hoy es insostenible. Faltan manos, faltan platos, faltan fogones. Por faltar, faltan hasta mesas en el restaurante. Hay reservas para dentro de un mes, va a haber que duplicar o triplicar los pedidos semanales, no cabe un alma en el hotel porque todas las habitaciones están ocupadas... Es una pesadilla buena para el pueblo y los Lasierra, pero horrible para el resto. En medio del caos, Luz está de telefonista, Raquel y Pedro parecen autómatas, y Paolo pues... es Paolo.

- Paolo, ¿todo bien?

- Pues no, jefa, no. Para qué mentir.

- ¿Ha pasado algo?

- ¿Podemos hablar 1 minuto?

- ¿Con todo el jaleo que hay aquí montado? Ve olvidán...

- 1 minuto, por favor.

- 1 minuto, ni más ni menos.

- Sí, si, te lo prometo. -nos acercamos al restaurante y continúa hablando-. ¿Cómo hago para recuperar a Luz?

- ¿Cómo?

- Sí, si. Y es que, no sé, como ahora sois tan amigas, pues igual me puedes dar un consejo.

- Mira, Paolo. Ya sabes que yo no me ando con chiquitas, así que te lo voy a decir del tirón: a Luz ya la perdiste hace mucho tiempo.

- Hostia Ainhoa, pero no me digas eso...

- Te digo la verdad, Paolo. Las prisas no son buenas consejeras, menos siendo Luz quien es.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Pues que la has estado apurando tanto, que ha acabado agobiándose... -ahora mismo parece un perrito abandonado, y no sé si me da pena o gusto.

- ¿Ya no hay vuelta atrás?

- Eso tienes que hablarlo con ella, no conmigo.

- Está bien. Gracias chef.

Paolo es un buen tío. Muy buen tío, de hecho. Pero es un intenso. Y la intensidad Luz no la lleva bien.

La lentitud del servicio de comidas de hoy es exasperante. No porque el equipo no trabaje. Más bien todo lo contrario, son la definición de una cadena de trabajo. Pero es el no acabar. Hay que servir mesa, tras mesa, tras mesa. Y no es que pidan todos más o menos lo mismo, es que ninguno pide igual. No es hasta las 16:30 cuando el flujo de gente baja. Aún así, el restaurante está a rebosar, sigue sin haber una mesa libre.

- Luz, ¿Paolo?

- Creo que está sirviendo fuera, ¿por?

- ¿Cómo estáis?

- Pues no sé qué decirte, la verdad. Desde la cena del otro día está todo muy frío, como estancado.

- No, si se le ve. Está en Babia todo el rato.

- ¿Te ha dicho él algo?

- Puede.

- ¿Puede?

- Sí, puede. ¿Celosa?

- Bueno, a ver. Es que eres su jefa...

- También soy tu jefa, eh guapa.

- Sí, claro, pero tú y yo pues... Lo nuestro es... O sea, que tenemos otra confianza, ¿no? -¿otra confianza? Si parece que hay un imán entre nosotras...

- Sí, claro, claro.

- Pues eso, que es distinto. ¿Me pasas el puerro? -la estrategia de cambiar de tema no va a ayudar mucho que digamos.

Todo lo que no nos dijimos | LuznhoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora