En mi casa, los domingos eran sagrados. Y no porque fuéramos a misa precisamente.
Jon y yo crecimos, así que dejamos de hacer planes en familia, pero el "domingo de las croquetas" es algo que no soy capaz de olvidar.
2 toques de corneta, 5 minutos de margen y baño de agua helada. Después, el grito de mi hermano. Y no es que no supiera qué iba a pasar si a las 8:02 no estaba sentado a la mesa, porque claro que lo sabía, pero las maquinitas la noche anterior habían sido más importantes.
No nos dirigió la palabra en toda la mañana. Ni cuando pasamos por el kiosko a por pipas, ni cuando entramos en la Gata Christi a por sus cómics.
Pero la cosa no quedó ahí. Así que mi padre hizo lo mejor que sabe hacer, recurrir a cortar cables. La frase fue algo así como "hijo, ya sabes las normas. Ahora, si no bajas la colina del "Parque de los Besos" haciendo la croqueta, olvídate del ordenador hasta la semana que viene". Y claro, de aquella Jon no tenía móvil, solo ordenador.
Ese día no solo rodó él, sino que rodamos todos.
Al llegar abajo no éramos más que cuerpos cubiertos en verdín y muchas, muchísimas risas.
Éramos felices y no lo sabíamos. Lo teníamos todo, pero queríamos más. Y mientras, Ainhoa con lo puesto, sin padre y sin madre.
Es la viva imagen de la resiliencia, de cómo las cosas pueden llegar a cambiar si estás en el sitio correcto y con la gente correcta. Así que solo espero que aquí, en Vera, siga tal y como está ahora: tranquila, sentada en el tejado del hotel, viendo cómo el cielo cambia de rojo a verde por los fuegos artificiales.
- Acabas antes sacándome una foto. -su voz interrumpe mis pensamientos y es entonces cuando me doy cuenta de que llevo mirándola un buen rato-. ¿Qué pasa?
- No, si no pasa nada.
- Luz...
- Pasar no pasa nada, de verdad. Solo que la vida puede ser muy hija de puta.
- ¿Y me lo dices a mi? -pregunta, acercando su cuerpo al mío.
- Si por eso lo digo precisamente, porque no es justo que hayas tenido que vivir todo lo que has vivido. -sonríe y acaricia mi cuello con su nariz.
- No sé tú, pero yo creo en el karma.
- ¿Y qué me quieres decir con eso?
- Que a cada cerdo le llega su San Martín.
- ¿El cerdo es Hugo? -suelta una sonora carcajada y vuelve a acurrucarse contra mi.
- Y mi padre y mi madre.
- ¿Tú crees que se arrepienten?
- Si se arrepienten o no, ya es tarde. Tuvieron tiempo de sobra para descolgar el teléfono y marcar mi número, pero no lo hicieron.
- ¿Entonces no saben de lo tuyo con Hugo?
- ¿De verdad quieres hablar de eso?
- Ainhoa, es tu vida. Y aunque no sé a dónde vamos a llegar con esto, quiero saber todo lo posible para poder ayudarte.
- ¿Y por qué no lo hablamos abajo, calentitas? Es que me estoy quedando helada...
- Si es que ya lo sabía yo. Anda, vamos.
- Vamos, vamos.
- Menos mal que eres de País Vasco, llegas a ser del Mediterráneo y no sé que iba a ser de ti...
- ¡Pero si tú estás en manga larga!
- No tiene nada que ver.
La mediatización del matrimonio de Ainhoa y Hugo fue tal, que estuvo en las noticias por lo menos 10 días. Ella acababa de recibir la Estrella Michelín y él era famosillo por su apellido, así que la prensa rosa los tildó de ser la pareja del año. Pero ni pareja del año, ni del mes, ni de la semana, ni del día. Solo hay que ver cómo están las cosas: ella relegada a restaurantes de no mucho renombre y él de rositas. Y ya no solo eso, porque todo el mundo sabe que la jefa no era la única mujer en la vida del madrileño. Aún así, ¿cómo es posible que sus padres no hayan visto nada? ¿Viven en una cueva acaso?
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Todo lo que no nos dijimos | Luznhoa
FanfictionAinhoa Arminza, la nueva chef del hotel Lasierra, llega a Vera del Rey con la intención de dejar atrás su pasado. El alcoholismo, entre otros muchos errores, la siguen allá donde va, y no es algo de lo que se sienta orgullosa. Pero a Luz poco le imp...