Puri (Ainhoa)

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Ya nada importaba. Ni el puesto de chef, ni la cocina, ni el restaurante. Nada. Solo importaba él, el centro de mi triste y alcohólica vida. Por eso las botellas de vino, y las del minibar, y la cajetilla y media de tabaco. El mensaje de Luz tampoco importaba. Total, ya me había visto, ya no hay vuelta atrás, ya la he vuelto a cagar.

A día de hoy sigo pensando en qué hice mal. A parte de todo, claro. De salir esa noche de fiesta, de caer en las redes de Hugo, de volver el finde siguiente, de repetir con él, de aceptar ser su novia, de decir que sí a su propuesta de matrimonio, de no saber decir basta. Es ahora cuando me doy cuenta de que hay cosas que duelen más que los golpes. Intentar huir de Hugo es como intentar huir del sol, siempre hay un rayo que te toca.

Ahogar los problemas en alcohol no es la mejor opción. Lo sé. Pero al menos así no me siento tan culpable, al menos puedo pasar las noches sin pesadillas.

El ambiente en cocinas al día siguiente es cargante. Luz no me dirige la palabra. Paolo me mira avergonzado, casi con pena. El resto del equipo trabaja como si no pasase nada, cosa que agradezco. Si en total calma el servicio de comidas pasa a la velocidad de la luz, en completa tensión va a ser más lento que el caballo del malo. Es mi culpa, lo sé y lo admito, pero en esta vida nadie es perfecto. El caso es que las comandas salen adelante.

Poco antes de terminar, Luz entra al almacén. Llena de miedo, vergüenza y remordimientos, entro detrás de ella.

- Luz...

- Ni Luz, ni hostias. Mira Ainhoa, confié en ti, y me lo pagas robando del hotel de mi familia. En cuanto termine el servicio, vienes aquí y hablamos, que no quiero que nadie se entrometa.

Eso pinta mal, muy mal. Cuando por fin sale el último plato, despacho al todo el mundo con la excusa de que limpio yo. Alucinan, pero es lógico, la "jefa" no suele limpiar nunca. Entre fregado y fregado mi cabeza no deja de barajar los posibles escenarios por los que vaya a pasar. Cada uno es peor que el anterior. Los minutos pasan y Luz no aparece, pero es que ya no me queda nada más que limpiar. Así que, en un intento desesperado de calmar mis nervios, entro al almacén para colocar algo, lo que sea.

- ¿Qué vas a robar esta vez?

- ¡Luz! Joder, vaya susto...

- Eso no responde a mi pregunta.

- ¿Por qué querías hablar a solas?

- No, no. A solas no. Ahora viene mi madre.

- ¿Qué pasa?

- Pues pasa que sé por qué te echaron de tus últimos trabajos.

- ¿Y lo sabes porque te lo han contado o porque has vuelto a husmear en mi vida personal?

- Esto ya no es personal, Ainhoa. Nos afecta a los trabajadores, al restaurante y al hotel.

- Pues no te voy a negar lo que te hayan contado, Luz.

- Mejor.

- Pero te puedo asegurar que forma parte de mi pasado.

- Pues mira como...

- Cállate y déjame hablar. -ante el ímpetu de mi respuesta, baja la mirada, nerviosa, y empieza a jugar con sus manos-. Estás en todo tu derecho de hablar con tu madre y de decirle que me ponga de patitas en la calle. Pero, ¿sabes qué? Confié en ti. Joder, puede que siga haciéndolo. Así que te pido por favor que confíes en mi y que me des otra oportunidad.

- Ainhoa... Nos jugamos mucho...

- Y yo también. Aquí, en Vera, contigo, con Paolo y con todo el equipo estoy de puta madre. Mejor que en ningún otro sitio. -voy a volver a hablar cuando siento los tacones de Silvia. Miro a Luz, buscando algo que me diga que no va a decir nada. Al no encontrar nada, entro al almacén.

Todo lo que no nos dijimos | LuznhoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora