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𝙽𝚊𝚛𝚛𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚘𝚖𝚗𝚒𝚜𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎
El frio de la casa le hacia imposible el trabajo de dormir, los constantes ruidos y gruñidos del tercero la hacian temblar.
se escuchaba la voz de alguien externo a su padre, no reconocía la entonación, pero sabía que no era algo muy bueno. el tono sonaba amenazante y cortante, aparte de mandatario.
saco las sábanas de su cuerpo, camino hacia las escaleras y miro hacia abajo tras el marco de la puerta.
en el primer piso alcanzaba a visualizar a su padre, con los ojos rojos y un gran moretón en su cachete izquierdo. no le sorprendió ni le preocupo en lo más mínimo. al lado de aquel, estaba un hombre alto y musculoso, estaba en traje y con la barba recortada.
los nervios de su padre se notaron a lejos, escuchaba atento al gran hombre, Alicia podría decir que su padre quizás sentiría hasta miedo.
paso sus manos por sus brazos, envolviéndose del frío, suspiro por la boca y una pequeña ráfaga de aire congelado escapó por sus rosados labios. su cuerpo entero temblaba.
la voz del hombre la despertó.
-Te quiero fuera de aquí, traes muchos problemas y no pienso seguir tapándolos, Michael.- la voz gruesa retumbó en las cuatro paredes, escuchándose como un eco fuerte y seguro que alerto a Alicia.
-Vamos, viejo. sabes que tengo una hija y que las cosas no van del todo bien..- que gran hijo de puta, como si le importará tener una hija, pensó la joven.
-Michael, es la misma respuesta de siempre. tu hija no te importa, y las cosas no van bien por el poco dinero que ganas y que gastas en tus putas ambiciones.-
que gran ráfaga de sinceridad a ese viejo asqueroso.
un silencio se ganó la sala, el presente miedo e inquietud de Michael y el imponente hombre desconocido ponía de los nervios a Alicia, quien no hacía otra cosa que temblar por el frío y por el creciente miedo constante de su cuerpo.
-Me perdonarás, Michael, pero no puedes seguir así, ni tu ni yo.- la joven vio a su padre desesperarse. paso sus manos por su cabello y por su rostro. en un movimiento, los ojos de su padre y los de ella se encontraron, el hombre la miro como siempre, con odio y frustración, con un sentimiento creciente de enojo.
ella lo miro como un cachorrito abandonado, dudoso y miedoso, con dificultad para moverse e insegura de hacer cualquier cosa que estuviera a su alcancé.
-Mañana, a las 9 en punto, no puede haber nada que te pertenezca en esta.. casa. nada de tu hija y ni una pizca de alcohol o sustancias ilícitas. si estás aún para esas horas, no dudaré en llamar a la policía.- fue tan claro y tan preciso, fue una orden que no era dudosa o retenida, una instrucción legible y hecha.