Capítulo 7 - En búsqueda de la sala de entrenamientos

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Que, de los dos, volvería yo a tus pies

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Que, de los dos, volvería yo a tus pies

Pero nunca al revés

Nunca al revés - Morat 


Cuando Aiden llegó a la zona de la lavandería se podría decir que llevaba unos veinticinco minutos perdido. Se había cansado de recorrer los pasillos una y otra vez, pensando en las indicaciones que le dio Nadya, pero no había dado resultado. Y como no intercambió el número de teléfono con nadie, tampoco había tenido a quién pedir ayuda.

La sala estaba distribuida en la zona de lavadoras, zona de secadoras y un pequeño mostrador atendido por un hombre de mediana edad. Aiden rebuscó en sus bolsillos hasta encontrar el documento que le había dado la directora para elegir el uniforme. El Bhainn Daiocht había sido uno de los primeros centros del continente en permitir a los alumnos elegir las prendas del uniforme acorde a sus gustos, sin necesidad de ir sujeto al género. Las opciones eran pocas: falda o pantalón. El resto del uniforme era estándar con camisa blanca y cárdigan color caqui. Además, no había diferencia entre el uniforme de invierno y verano, y las cazadoras para el invierno eran unisex, negras con capucha.

Aiden se acercó al mostrador donde un hombre con un amplio bigote aporreaba las teclas del ordenador.

—Hola —dijo Aiden llamando la atención del hombre, que lo miró con mala cara—. Venía a buscar mi uniforme.

—¿Falda o pantalón? —preguntó sin mucho entusiasmo.

—No sé... ¿pantalón?

—A mí no me preguntes, no soy yo el que se lo va a poner.

—El pantalón está bien —dijo algo más confiado, recordando que se lo había visto puesto a Nadya.

El hombre sacó cinco pantalones, cinco camisas y dos cárdigan. Todas las prendas iban envueltas en una bolsa de papel ecológica. Después colocó dos conjuntos deportivos, dos mochilas, una para clase y otra para entrenar, y una cazadora.

—Esto sería todo. Si necesitas más ropa puedes solicitarla y te avisaremos cuando llegue. Te recuerdo que el uniforme es obligatorio durante el periodo lectivo desde las nueve de la mañana a las cinco de la tarde —dijo con voz monótona.

—Gracias —dijo Aiden cogiendo todas las bolsas.

El hombre no le respondió y Aiden se fue sin despedirse. Estuvo recorriendo los pasillos un rato hasta que llegó a la puerta principal y desde allí supo encontrar el camino de vuelta a su habitación. Cuando llegó Thiago ya no estaba. Guardó la ropa en el armario y se tiró en la cama. No tenía intención de descansar más de cinco minutos, pero en cuanto cerró los ojos, el sueño se adueñó de él y se quedó profundamente dormido.

Victoria ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora