Capítulo 50: El torneo

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Te he estado buscando por más de mil años

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Te he estado buscando por más de mil años

Y tú respondiste: "¿a dónde vamos?"

A dónde vamos - Morat 


—Aiden —dijo una voz.

—Aiden, espabila —repitió la voz.

—Aiden, no te voy a volver a llamar y, si llegas tarde a la competición solo será culpa tuya —advirtió, por tercera vez, la voz inconfundible de Thiago.

Aiden se incorporó de la cama y levantó los brazos para estirarse, como si estuviera entumecido después de pasar tantas horas en cama.

—He dormido increíble —dijo al final.

—Sí, casi catorce horas, ahora espabila o llegarás tarde.

—¿Qué hora es?

—Las siete y media.

Aiden se despejó de golpe después de oír la hora que era y empezó a coger todo lo que necesitaba y meterlo en la mochila como si le fuera la vida en ello.

—¿Cómo no me avisaste antes?

—Te avisé tres veces. A las siete, a las siete y cuarto y a las siete y media. Si se te pegaron las sábanas no es culpa mía.

—Joder, vamos a llegar tarde...

—Vas. Yo me voy ya, no quiero perder mi plaza.

—No, no, no, no me hagas eso —suplicó desnudándose en medio de la habitación—. Dame dos minutos que me ducho y me visto y voy contigo.

—Apura —dijo Thiago como respuesta.

Aiden se dio posiblemente la ducha más rápida de toda su vida. Cuando salió del baño, tenía el pelo tan mojado que le iban cayendo gotitas sobre los hombros y, como no se había secado bien, la camiseta se le pegaba en ciertas partes de la espalda.

—Estoy, vamos —dijo poniéndose los tenis, sin molestarse en atar los cordones, y colgándose la mochila del hombro.

Thiago puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

—Vaya desastre. Pareces un cuadro.

Los dos fueron a paso apurado por los pasillos de la escuela, aunque no todo lo rápido que a Aiden le hubiese gustado. Cada vez que se cruzaban con algún estudiante, este le daba unas palmadas en la espalda, deseándole suerte en el combate. En los últimos días, aquellas muestras de cariño por parte de sus compañeros se habían vuelto algo totalmente habitual. Cuando finalmente llegaron a la puerta de la escuela, tres autobuses estaban aparcados en fila, esperando para llevarlos al estadio. Aiden no podía escuchar los aplausos y gritos a través de los cristales, pero los veía.

Victoria ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora