Capítulo 57: ¿Estás seguro?

60 8 1
                                    

De haber sabido que ese abrazo se iba a terminar,

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

De haber sabido que ese abrazo se iba a terminar,

yo te habría abrazado más fuerte.

Debí suponerlo - Morat 


El despacho de Loan seguía siendo el mismo que la primera vez que entré en él. Las mismas fotografías, los mismos posters, los mismos libros... parecía que los años no pasaban por allí. Lo único que diferenciaba aquel momento de cualquier otro, era yo.

Estaba sentado en una de las sillas, en frente del despacho y Loan me miraba con preocupación. Habíamos estado hablando casi cuarenta minutos. Le había contado todo. Le había explicado cómo me había sentido en el torneo. Le había contado todos los pensamientos que se habían pasado por mi cabeza. Le había dicho la decisión que había tomado, aunque él no parecía muy conforme. Pero a mí, eso no me podía dar más igual.

—¿No crees que te vas a arrepentir? —me preguntó con aquella voz que ponía a veces, como si él ya supiera la respuesta.

—No.

—Aiden no quiere eso —aquello era una obviedad.

—Lo sé.

—¿Has hablado con él?

—No.

—¿Lo has ido a ver al hospital siquiera?

Dudé un segundo antes de contestar. No podía. El simple hecho de pensar en verlo en una cama... no podía. Me entraban ganas de vomitar.

—No.

Loan suspiró, pero no podía ofrecerle más. Aquello era lo mejor para todos. No lo hacía únicamente por mí, para poder esconder mi culpabilidad. Lo hacía por Aiden, para que consiguiera llegar a lo más alto. Tardé mucho tiempo, pero al fin lo entendí. Yo no cubría sus deficiencias, él cubría las mías. Mi ego, mis ansias de ganar, me habían jugado una mala pasada. Aiden necesitaba un compañero con el que conquistar el mundo y mientras yo estuviera cerca eso no iba a pasar.

—¿No hay nada que pueda hacer para que lo pienses un poco más?

—No.

—Apenas han pasado veinticuatro horas desde el torneo. Estás tomando una mala decisión, Rian, necesito que confíes en mí.

—Es algo que he pensado mucho —necesitaba alejarme de allí lo antes posible. Necesitaba desaparecer.

Loan se pasó las manos por la cara. Hasta yo notaba su frustración.

—Rian, todos cometemos fallos. Errar es humano. No vas a solucionar nada tirando a la basura toda tu vida. Y la de Aiden. Porque si crees que se quedará sentando sin hacer nada es que no le conoces.

Tenía razón. Aiden no aceptaría un no por respuesta. No aceptaría mi decisión. Me seguiría hasta donde hiciera falta.

—No tendrá más remedio que aceptar mi decisión —respondí, aunque no estaba seguro de si intentaba convencer a Loan o a mí mismo.

—Es un error —me repitió de nuevo.

—Lo superará —estaba seguro de ello—. En unos años será un recuerdo gracioso del que hable con sus amigos.

—Te equivocas. Aiden es como tú. Está obsesionado con la magia y los duelos. Quiere eso en su futuro y tú eres el compañero perfecto para lograr ese objetivo. Si lo dejas ahora, justo después del accidente, va a ser muy duro para él.

Loan no sabía muchas cosas. No sabía que nos habíamos hecho mejores amigos. No sabía que compartíamos una mesa para cenar todos los días. Que nos hicimos muchas promesas que no iba a poder cumplir. Que ese futuro del que hablaba lo teníamos planeado y nunca llegaría. Loan no sabía que me estaba doliendo más a mí hacer esto que a él. Con el tiempo, pasaría página. Encontraría otro compañero. Me reemplazaría y se olvidaría de estos meses. Y aquello era lo que debía de pasar. Yo estaba demasiado centrado en ser el mejor para poder ser el compañero que necesitaba. No era capaz de gestionar los celos y la envidia que sentía ante su poder. Si seguíamos luchando juntos, él acabaría herido de nuevo. Aquello era lo mejor. Tenía que serlo.

—Lo siento —dije poniéndome de pie. No tenía nada más que decir—. Discúlpame con él por todo.

Loan suspiró, resignado.

—Espero que todo te vaya bien, Rian. Cuando pasen los años y mires hacia atrás espero que no te arrepientas de esta decisión.

No contesté. No podía. Quizás si seguía entre aquellas cuatro paredes terminaría cediendo e iría a ver a Aiden. Quizás me convencería de seguir compitiendo. Y era algo que no podía aceptar. Tenía que salir de allí.

—Gracias por todo, entrenador.

—Que te vaya bien, Rian.

Me despedí con la mano y fui hasta mi habitación. Terminé de meter en la maleta mis últimas pertenencias y recorrí los pasillos por última vez. Salí de la escuela a toda prisa, pero el coche ya me estaba esperando. Ya había hablado con mis padres y con la directora. El traslado del expediente ya estaba listo y tenía que viajar durante varias horas hasta llegar a mi destino. No había tiempo que perder.

Pensé que todo estaba siendo demasiado fácil. No miré atrás cuando me subí al coche, ni siquiera antes de montar en el avión. Y, a pesar de eso, cuando estaba a diez mil metros de altura, en mitad del cielo, me arrepentí. A pesar de que había jurado que no pasaría, supe que había tomado la decisión equivocada.

Supongo que en aquel momento fui consciente que realmente aquello era un adiós y no un hasta pronto. Me arrepentí de no haberme despedido por última vez. Por haberme ido como un cobarde. Por haber dejado mi teléfono encima del escritorio de mi antiguo cuarto, impidiendo que nadie me pudiera contactar. Y por todo el daño que sabía que le iba a hacer, enterarse que le habían abandonado de nuevo.

Deseé poder dar media vuelta y borrar las últimas cuarenta y ocho horas de mi vida. Pero no podía. Alguien dijo que la vida está llena de decisiones y yo había tomado las mías. Ahora tenía que aprender a vivir con ellas.

Cerré los ojos e intenté que las lágrimas borraran mi tristeza, pero aquel nudo en el pecho me acompañó durante más tiempo del que nunca llegué a admitir.  

Victoria ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora