Capítulo 40 - Los cuartos de final

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Tú, mi arma letal y mi debilidad

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Tú, mi arma letal y mi debilidad.

Estoy como un extraño en medio del desierto.

Me mata(s) - Noan, Alex Wall 


—Chicos, ha llegado el momento. En breves activarán la zona ampliada en el estadio y quiero que estéis preparados. La temperatura rozará los 54ºC y, por lo que podemos saber de competiciones previas, no suele haber ni una pizca de sombra en todo el terreno. Los espectadores estarán protegidos fuera de la burbuja, por lo que no debéis preocuparos en controlar los ataques. Si alguno sale dirigido hacia donde no debe, no pasa nada, respirad hondo, calmaros y seguid hacia delante. Hemos practicado mucho durante estas semanas. Podéis hacedlo, confío en vosotros —dijo Loan infundiéndonos ánimos.

Un pitido resonó por todo el estadio. El duelo había empezado. Aiden y yo cruzamos la barrera y nos adentramos en el espacio ampliado.

El sol brillaba en lo alto del cielo con toda su fuerza. El calor era asfixiante. Acabábamos de entrar en la zona y ya tenía la camiseta empapada. Me pasé una mano por la frente para secarme las gotas de sudor que caían sin cesar por mi cara. Además, los nervios tampoco ayudaban. Aunque no era la primera vez que competía en un torneo, sí que era la primera vez que sentía que tenían posibilidades de ganar. A pesar de mis reticencias iniciales, Aiden se había convertido en un compañero fuera de serie y, aunque me costase reconocerlo, no podía sentirme más agradecido. Su forma de ser, de ver las cosas, a menudo me sacaban de quicio. No podíamos ser más diferentes y, a pesar de ello, Aiden había sido el único que no había abandonado los entrenos. El único que, a pesar de todo, siguió a mi lado.

El terreno era muy diferente al anterior, no solo en tamaño sino en clima. Durante unos segundos tanto Aiden como yo fuimos muy conscientes de las dimensiones de la Arena. No había límites. Los organizadores utilizaban una magia amplificadora. Solamente los que estaban dentro de sus efectos, podían ver las dimensiones sobrenaturales del estadio. Del otro lado de la barrera, los espectadores, sentados en sus butacas, en ambientes climatizados, disfrutaban de una visión global de todo el combate. Como si fuera un partido de fútbol.

La temperatura subió drásticamente y el sol incidía con fuerza, aumentando la sensación térmica y causando destellos desagradables. Apenas unos segundos después, tanto Aiden como yo teníamos la camiseta empapada de sudor y jadeábamos como si mantenerse erguidos supusiera un gran esfuerzo. De repente, una brisa empezó a levantar la arena, moviéndola cada vez con más velocidad. Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en medio de una tormenta de arena. Levanté rápidamente un brazo y lo coloqué sobre los ojos, intentando protegerme, pero no veía nada. Noté que Aiden se posicionaba a mi espalda, manteniéndose lo más cerca posible.

—¡No veo nada! —gritó Aiden intentando hacerse oír a través del viento.

—¡No te separes de mí! —contesté preocupado. Necesitábamos un plan.

Victoria ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora