Capítulo 9

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Capítulo 9 | "Billonario, con bi"

**LEAN LA NOTA DEL FINAL**

Corinna Barone

Mi cuerpo entero entra en tensión cuando Edmund acorta la distancia entre nosotros, mi respiración se acelera y siento como si tuviera el corazón en la garganta de las fuertes pulsaciones que tengo.

No sé si hace calor o es que la temperatura del lugar se eleva con casa paso que Edmund da en mi dirección, lento, como un lobo acechando a su presa lentamente. Lo veo acercarse hacia mí, como si me diera el tiempo de huir antes de que sea demasiado tarde, pero me encuentro estática en mi lugar, perdida en la profundidad de su mirada y en lo imponente de su presencia.

Cuando llega frente a mi lo hace tan cerca que nuestros torsos están a nada de tocarse, presiono con fuerza la minúscula toalla contra mi pecho. Es tan alto que debo elevar mi rostro para poder verlo a la cara, me pierdo en sus facciones rudas bien marcadas en su rostro, en sus pómulos marcados y mandíbula perfilada, se ha rasurado hace poco porque no detecto ni una sombra de barba en su rostro, sus pestañas largas solo le añaden peso al increíble azul de su mirada y termino en el cabello negro despeinado que hace que mis dedos piquen por querer pasar mis manos por él.

Sonríe cuando se percata del descarado repaso que le he dado, dejándome ver esa sonrisa que pondría a una ciudad entera de rodillas.

— No sé si la idea de ti bailando para el público termina de agradarme — estamos tan cerca que su respiración se mezcla con la mía, su voz ronca me distrae.

— No tiene que agradarte, Edmund.

Encarna una ceja en mi dirección mientras sonríe lobuno.

— Nunca me has llamado por mi nombre — avanza más hacia mí obligándome a retroceder hasta que mi espalda toca con el pequeño tocador que tengo en mi camerino.

— No es nada especial — miento.

— En tu voz suena diferente — sonríe mientras me dedica un descarado repaso y observa como mis mejillas se tiñen de rojo.

Me pierdo momentáneamente en su mirada de nuevo, en el impresionante azul y en como su pupila se dilata cuando conecta sus ojos a los míos.

— Si te pido que dejes de bailar, ¿lo harías? — cuestiona luego de unos minutos.

— ¿Ahora preguntas? — me burlo — Creí que el líder de la mafia española podría hacer lo que quisiera.

— Me gustaría escuchar tu opinión.

Su sinceridad me abruma momentáneamente.

— No puedo dejar de bailar, Riccardo dijo...

— Él no es más un problema — se encoje de hombros — El Royale pertenece a la mafia española ahora, lo que te incluye. No le debes nada a la Camorra.

— Mi familia...

— Tiene la protección de la mafia española.

Me siento aturdida, busco en sus ojos alguna pista de que todo lo que está diciendo sea mentira, pero no encuentro más que honestidad en ella.

Realmente es honesto.

O un buen mentiroso.

— ¿Por qué haces esto? ¿esperas que mi deuda sea ahora con tu mafia? ¿es eso?

— Sólo queremos ayudarte.

— Un mafioso no va regalando obras de caridad a nadie, Edmund.

Eso sí consigue hacerlo sonreír.

Flor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora