Flor Imperial

Capítulo 10

Capítulo 10 | "¿Stripper o bailarina?"

Corinna Barone

— No entiendo por qué debemos caminar a casa siempre — se queja Cosima — Caminar es aburrido.

— No tenemos otro medio de transporte, Cos. ¿Se te ocurre alguna idea?

Frunce el ceño molesta y eso consigue hacerme reír.

Llegamos a la escuela donde me despido de ella y finalmente camino hasta la academia de baile.

— Te noto un poco diferente — es lo que dice Delia nada más ingreso al salón de baile terminando de ajustar el moño en mi cabeza luego de cambiarme en vestidores.

— ¿Diferente cómo?

— Diferente — se encoje de hombros — No sabría cómo explicarlo, pero estás algo cambiada. Tal vez un poco más relajada.

Mis mejillas se sonrojan con fuerza nada más el recuerdo de Edmund y yo en el camerino del Royale hace un par de días.

Han pasado tres días luego de nuestro encuentro en el que no he vuelto a saber nada de él, ni de su hermano, de quien extrañamente me encuentro algo preocupada porque en lo poco que llevo conociéndolos nunca se separan, pero no he sabido nada de Elian estos días, ni de Edmund tampoco.

Otra parte de mi cerebro me reclama lo estúpida que soy por querer saber de dos mafiosos que no tienen nada que ver conmigo, son mis nuevos jefes y debo mantenerlo así.

— Ya veo... — se burla Delia.

— Cállate.

— No dije nada — se encoje de hombros mientras una de las instructoras más rigurosas de la academia ingresa seguida de varias de mis compañeras y damos inicio a la clase, estamos a nada de comenzar los ensayos para el próximo recital, del cual tengo el papel protagónico.

♣

Una semana, una semana desde la última vez que vi a los gemelos.

Me maldigo a mí misma cada vez que me encuentro pensando en ellos, en cuándo volveré a verlos. La otra parte de mí, una parte muy pequeña, se alivia con forme pasan los días y no sé nada de ellos, es lo mejor.

Cuando llego a casa el silencio que hay en ella es atemorizante, fui a la tienda sólo un momento para comprar algo de comida.

— ¿Cosima?

No hay respuesta.

Mi cuerpo se pone en alerta cuando el sonido de algo rompiéndose inunda la estancia, un frasco de vidrio estrellándose contra el piso. Corro hasta donde proviene el sonido y abro la puerta de la habitación de Carissa.

Lo primero que me encuentro es a Carissa, con sus manos con pequeños cortes algo ensangrentados mientras toma las monedas que se han desperdigado por el piso.

— ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

No dudo en correr en su dirección, pero ella termina apartándome con un golpe con su palma abierta en mi pecho que hace que de un par de pasos atrás y manche mi camiseta de su propia sangre, me sorprendo por la fuerza con la que me empuja.

— ¡Lárgate de aquí, Corinna!

— ¡Ese dinero no es tuyo!

Mi cuerpo se alarma cuando Carissa levanta su rostro y lo que veo me petrifica, no es ella. Parece ella, pero no lo es. Ya no. Por primera vez me permito observar su imagen, las señales que me he negado aceptar durante estos días.