Capítulo 38

12.3K 944 98
                                    

Capítulo 38 | "El Corazón"

** Advertencia de altas escenas de violencia **

Elian Blackwolf

— ¡Para, por favor!

Una pequeña risa sale de mi boca cuando el ruego de dolor sale de la boca del italiano en lo que termino de ajustar las cuerdas a las argollas incrustadas en la espalda, donde la sangre se derrama y el músculo se desgarra internamente un poco más en lo que vuelvo a tirar de las ataduras.

— ¿Por favor? — me burlo — Dilo de nuevo.

Estoy agotado. Mental y físicamente agotado.

Los músculos de mi cuerpo se quejan levemente ante la actividad física que me supone arrastrar el cuerpo de Riccardo cuando he estado en cama sin hacer más que lamentarme en mi sufrimiento y autocompasión.

No me he movido más que para ordenar comida, alcohol o para ir al baño. Soy un desastre, al menos lo era hace unos días.

Sigo siéndolo, sólo que al menos estoy disimulando con mi buen aspecto físico. La ducha refrescante, el corte de barba, el cabello y la ropa limpia parece ayudar. Aunque el color opaco de mis ojos azules, muy diferente al resplandeciente azul, las ojeras y el cansancio corporal no es tan fácil de ocultar.

El grito de Riccardo me trae a la realidad cuando flexiono mis brazos hacia arriba, cargando a su cuerpo de las argollas hasta atarlas a las sujeciones del techo con ayuda de las cuerdas. Su cuerpo queda colgado de las argollas en sus omoplatos. Riccardo se encoje de dolor en una pose extraña y dolorosa de su cuerpo.

— Estira las piernas — Edmund golpea sus piernas con un tubo de hierro cuando intenta encoger su cuerpo de nuevo, impactándolo de tal forma que la sangre comienza a salir ligeramente de sus pantorrillas.

Giro de nuevo hacia el frente de su cuerpo mientras mi hermano termina de atar sus piernas a los grilletes del suelo, Riccardo aferra sus manos a las cuerdas tras su espalda, con la esperanza vaga de elevar su cuerpo con su propia fuerza para no colgar de las argollas y desgarrar aún más su piel, en vano, se cansará eventualmente.

La sonrisa de mi rostro no la borra nada, me maravillo con las pequeñas lágrimas que se acumulan en sus ojos mientras la mueca de dolor es como un segundo manto en su piel. Tomo su mentón entre mis dedos con desprecio mientras me burlo de él con la mueca más macabra que podría dibujar mi rostro.

— No tienes una idea de cuánto me divertiré contigo, pedazo de mierda.

Apenas suelto su rostro su cabeza es lanzada hacia atrás cuando Ekaterina tira de su cabello con fuerza. Deja un beso en su mejilla, no tiene cariño en la acción, es el beso de la muerte.

— No te olvides de gritar mi nombre cuando más te duela — le susurra al oído en italiano, sombría.

El sonido de carne siendo perforada llena el ambiente cuando Ekaterina incrusta la daga en la espalda de Riccardo, en un ángulo y corte tan preciso para no matarlo ni tocar ningún órgano, nervio o vena importante, pero si para dejar un dolor inaudito cuando mantiene la daga enterrada en su piel que lo hace desgarrar sus cuerdas vocales cuando grita.

Edmund tira del cuerpo del italiano hasta que cae al suelo con un golpe sordo cuando su piel termina de desgarrarse, las ataduras de su piel impidiendo que vaya muy lejos cuando Ekaterina presiona su cabeza al suelo con uno de sus tacones.

— Mueve un sólo músculo y te rompo la cabeza — le gruñe Edmund.

Riccardo tiembla incontrolablemente de dolor cuando Edmund me entrega el pequeño látigo, con clavos en las puntas que se clavan en su espalda cada que tiro, volviendo su espalda en un desastre de piel y músculo inservible en lo que se retuerce y se aferra al suelo suplicando piedad, que no obtiene.

Flor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora