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Cuando Felix oyó los ruidos de Park al aporrear la puerta de la habitación, sacó el brazo del agujero, agarró la portezuela de la trampilla y la bajó hasta encajarla de nuevo con la punta de los dedos.

Justo a tiempo. Acto seguido escuchó el sonido de la madera astillándose y los pasos apresurados del matón.

-¡Maldita sea! ¡Se ha escapado por la ventana! - gritó Seok.

- Bueno, ¿pues que esperas? ¡Ve a buscar a ese idiota! - la voz de Jung sonaba rabiosa.

A Felix se le encogió el estómago. El suelo vibró por encima de su cabeza. Alguien había entrado en el cuarto de baño. Felix había dejado el armario abierto con la esperanza de que nadie lo examinara con detenimiento.

Oyó que abrían el armario de debajo del lavabo. Quien quiera que fuese se encontraba a unos centímetros de su escondite. ¿Olería el hedor que había salido de aquel pasadizo? ¿Oiría los frenéticos latidos de su corazón? «Por favor, si hay un Dios... no dejes que me encuentren. Si lo hacen, Jung me arrancará la piel como si fuera una uva.»

La persona que había entrado en el baño se alejó. Felix trató de escucharlo moverse. Nada.

¿Cuánto tiempo pasarían fuera buscandolo? ¿Volverían enseguida? ¿Debería él quedarse alli o huir? ¿Estaría mejor si esperaba allí a que ellos volvieran a Seúl? ¿Y si les llevaba días?

El miedo lo tenía paralizado. Era incapaz de decidir qué hacer, luego escuchó un ruido de hojarasca a su derecha. Volvió lentamente la cabeza y visualizó un par de ojos color naranja que lo miraban fijamente en la oscuridad. «¡Mierda! ¡Una rata!» La decisión estaba tomada. Abrió la portezuela y salió del agujero; al hacerlo se arañó con una astilla. «Genial, ahora necesitaré una inyección para esto.»

Arrojó la sábana por el agujero y volvió a cerrar la portezuela de la trampilla antes de abandonar el baño. Fue de puntillas hasta la puerta del dormitorio y escuchó. Nada.

Todavía desnudo, camino hasta la entrada de la casa. Aunque fuera se oían las voces de los hombres que se gritaban unos a otros, todo estaba en silencio en el interior. Lo primero que tenía que hacer era encontrar un teléfono. Luego debería ponerse algo de ropa y calzado. Y quizá debería hacerse con un arma. O incluso con las llaves de la limusina.

Agachado para que no lo viera nadie desde el exterior, recorrió el cuarto de estar en busca de un teléfono. Al no ver ninguno, se dirigió entonces a la cocina. Allí, en la pared, había un teléfono. Justo cuando se disponia a descolgar el auricular, oyó un ruido detrás de él. Al darse la vuelta se encontró a Se Kyung. La chica lo observaba con unos ojos muy abiertos y asustados. Los dos se miraron fijamente durante un rato.

- Por favor - rogó Felix- déjame avisar a la policía. ¡Te lo suplico!

Se Kyung asintió parsimoniosa y se dirigió al salón pasando al lado de Felix, que contuvo el aliento mientras la chica se dirigía hacia la puerta principal de la casa, la que daba al porche. No llamó a nadie. Sólo trataba de poner el máximo espacio posible entre los dos. Después de saber cómo era Jung, Felix no podía culparla.

Ahora sí, descolgó el auricular, que cayó y casi le da en la cabeza. Lo recogió y esperó hasta escuchar el tono para marcar el teléfono de emergencias.

No había tono. Se figuró que tendria que colgar y volver a descolgar, de modo que se incorporó ligeramente, apretó el botón para reactivar el teléfono y volvió a colocarse el auricular en la oreja. Nada.

Empezó a marcar números. El cero para hablar con algún operador, el de emergencias de nuevo. Nada.

- Lee Felix.

voyeur 彡 changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora