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A Felix se le encogió el estómago. Dirigió la mirada hacia la puerta y dió un paso atrás de modo inconsciente. ¿Se trataría de algún truco? A lo mejor el sujeto estaba allí esperando para secuestrarlo.

Como si le hubiera leído el pensamiento, la voz continuó:

-No es ningún truco. No estoy esperandote fuera. Deja puesta la cadena de la puerta y echa un vistazo. He dejado algo para ti.

Felix se mordió el labio inferior y camino hasta el recibidor, para echar una ojeada por la mirilla. No había nadie. Aunque eso no significaba nada, porque podría haberse colocador fuera del ángulo de visión.

- Vamos, Lee. Mira-lo animó la voz.

Corrió el pestillo y abrió la puerta sin quitar la cadena. En su felpudo había un sobre de color marron que Felix trató de coger pasando el brazo por la rendija, pero era demasiado estrecha.

- Vamos Lee, no tengo toda la noche.

Irritado, Felix se volvió para mirar el teléfono. Lo de llamarlo así empeoraba aún más las cosas.

Lee era el nombre que usaban su madre, su jefa y su doctor, así que todas las connotaciones ligadas a él eran negativas.
En un arrebato, Felix retiró la cadena, abrió la puerta, cogió el sobre y luego cerró dando un portazo tan fuerte que hizo vibrar el marco.

- Buen chico. Ahora, ¿por qué no te preparas una copa antes de abrir el sobre? Volver a llamarte dentro de un rato.

El tono del teléfono sustituyó a la voz. Felix se quedó mirando el aparato, horrorizado. ¿Cómo sabía que él había abierto la puerta y recogido el sobre? ¿Es que estaba en aquella misma habitación y lo observaba a través de la cámara de un móvil?

«¡joder!, a lo mejor debería llamar a la policía.»

Felix atravesó la habitación tambaleándose hasta dar con una silla en la que se dejó caer. Si llamaba a la policía, ¿qué les diría? No, debía pensárselo primero. Tenía que sacar el maldito telescopio del balcón. Necesitaba... un trago. Se levantó y fue hasta el pequeño carrito metálico y de cristal que hacía las veces de mueble bar. Cogió la primera botella que encontró: Baileys irlandés.

Con la bebida en una mano y el sobre en la otra, fue hasta la cocina a por un vaso. Vertió en él, tembloroso, la crema de whisky y fijó la mirada en el sobre, que había depositado en la encimera de mármol; era de aspecto normal, tamaño folio, y traía una sola solapilla. No había nada escrito en él, ni siquiera su nombre.

Después de haberle dado un buen sorbo al Baileys, abrió el sobre, del que cayeron, de repente, unas fotografias sujetas con una goma elástica. Felix las recogió del suelo, quitó la goma y fue pasando las fotos una a una al tiempo que aumentaban su irritación: eran imágenes de su balcón, que alguien había tomado con un teleobjetivo y ajustando la exposición a una luz de baja intensidad. Quien estuviera tras la cámara se había situado en alguna parte del otro lado denla calle y por encima del sexto piso, porque las había disparado desde arriba.

En todas las instantáneas aparecían claramente Felix y el telescopio. A él se le veía mirando entre las cortinas, sacando el instrumento al balcón o ajustando las lentes, y resultaba obvio que no apuntaba a la noche estrellada porque el tubo estaba en posición casi paralela al suelo. Horrorizado, se vio en imágenes en las que se tocaba mientras espiaba e incluso (¡Madre mía!) Con las manos por dentro de los pantalones mientras se masturbaba. En su contrato había una cláusula de moralidad, de modo que, aunque no lo detuvieran, aquellas fotos bastarían para que lo despidieran e, incluso le quitaran la licencia de trabajador social.

Felix se levantó del taburete y corrió hacia el cuarto de baño. Llegó justo a tiempo para vomitar todo lo que tenía en el estómago. Aturdido por las náuseas, se arrodilló sobre la taza del váter... Y después dicen que los copazos calman los nervios.

voyeur 彡 changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora