XIX. Acechas

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Me adentro en el bosque, con robustos árboles, cortando el paso, preparando sus ramas, para dar manotazos.

Las hojas crujen cuando avanzo, traviesas, casi me hacen resbalar, mientras más de sus hermanas caen y chocan contra el suelo.

Con el pálpito de mis pulsaciones, frunzo el ceño ¡aquí no caben preocupaciones!

Aún con el aullido de los lobos y el ulular de los búhos. Yo no me detengo, no incendiarán mi objetivo, por el cual, vengo a perturbar la naturaleza.

A lo lejos lo distingo, corriendo, la recibo.

¡Después de tanto tiempo! ¡Conseguí encontrarla, y admirarla, alzándola entre mis brazos!

Pero ha desaparecido, no la veo y me angustio.

Quizá sea culpa mía, seguro la he espantado.

Me limpio, con el dorso de la mano, las gotas de sudor que se alojan en mi rostro.

Ya es hora de entenderlo, y aceptar, que ella está en un lugar mejor.

Me agacho, y arranco, un girasol.

Alzo mi brazo, con la ofrenda tendida al cielo, y la suelto, dejándola volar la observo.

Esta es su esencia, esa flor... es ella.

Poso mis labios sobre el papel, dándote un beso fino y tierno, sin asperezas, en tu delicada piel.

Firmado por: J.
Para: una mujer llena
de maldad y bondad.

— Janny.

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