XLV. El Dios Onírico

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Le reclamé al Dios Onírico
volver a soñar
contigo...
y me dijo,
que te soltase
y esparciese tus cenizas
lejos del valle.

Que dejase de dormir
con la felicidad momentánea
y superflua
que me ofrecías
por pura caridad.

Que dejase atrás
tu larga cola
de perdones deformados,
pero decorados,
con un lacito
y con pasteles de regalo.

Que me alejase
de esos cuadros
que están deficientes,
la pintura se derrite
y salpica
el suelo de un cuarto
que oyó
como armaba,
buscaba y rompía
mis pequeños fragmentos.

Que si vuelve
que sea como Atenea
y le declare la guerra,
alce barreras
y proteja,
lejos de donde pueda ver,
mi corazón apretujado
con soturas en los costados,
que aún se esconde bajo las sábanas
y reza fuerte
para que el mal se vaya.

Que vele
por el puzzle
por el que está constituido
mi encéfalo,
que pegue con silicona
mi hemisferio izquierdo
con el derecho,
que no se despeguen,
que no estalle
y vuelen por los aires,
las miles de ideas
que son reprimidas
y enjauladas
por temor a ser mentiras.

El Dios Onírico
me pidió que por favor,
me respetase,
que dejase de pensarle,
aunque costase
porque no le debía mi riñón,
no se merecía mi corazón,
ni mucho menos
la obstrucción
ni la explosión
de los alveolos de mi esponjoso
pulmón.

•••
¿Cuántas cartas
tendré que escribirte
para que hagas
un examen de conciencia
y por fin te des cuenta
de que destruiste mi moral?
•••

Destinatario:
Mis labios están sellados,
solo puedo expresar
mis dolorosos sentimientos
mientras te crucifico
como a Judas.

— Janny.

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