XXXI. Bostezándole a las inquietudes

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Siempre que cae el sol
yo la siento con todo su esplendor,
tan linda y nueva,
billa con su vestido azul cobalto,
se sonroja cuando me quedo boquiabierta,
mirándola como si nada existiera.

Se volvió mi refugio
y no puedo imaginarme una vida sin ella,
porque aunque no quiera,
capta la atención de todos,
sin siquiera inmutarse
y baila hasta que se va,
sin dar respuestas.

—¿Por qué me siento atrapada?
¿Esto es lo que quiero para mí?
¿La monotonía
y los que se esfumaron
con mi corazón de papel
en una caja,
dejarán de jugar con el mechero,
aquel que me rasga la piel,
y me deja rogando hasta la madrugada?

Recuerdo que le pregunté
y ella me observó,
como un ciervo malherido
después de haber huido
de un lobo enfurecido.

—Todos tenemos pensamientos intrusivos
y es complicado,
además de asombroso
cómo tu cerebro puede ser tu aliado
o un poderoso enemigo.

Recuerdo que la miré a los ojos,
mis labios temblaron,
mi pecho se arrugó,
el viento siseaba
y recorría mi cuerpo
pero el frío no provenía de ahí,
sino de la sangre templada
que masajeaba mis huesos.

—¿Por qué no puedo estar contenta,
dejar lo que me atormenta
y saltar hasta que oscurezca?

Recuerdo que cuando me giré,
ella estaba perpleja,
haciendo una mueca,
pensé por un momento,
que estaba colérica
y que me abofetearía
como la lluvia al suelo,
o azotaría
como el aire al pañuelo.

Pero para mi sorpresa,
una dulce carcajada,
salió de sus labios plateados
y me dedicó una sonrisa,
tan dócil como reconfortante
calmándome.

—No puedes estar bien siempre,
es imposible,
a veces hasta yo me pongo sensible,
todo es tan impredecible,
que causa arcadas
pero te llena el estómago
de mariposas
y la cabeza de buenas esperanzas.
Odias estar mal
pero no todo es tristeza,
después de la tempestad,
siempre aparece el arcoíris.
Cuando quieras llorar,
desahógate mirando al mar
y piensa que miles de lágrimas
se necesitaron para poder crearlo.

Recuerdo que sentí un vacío
cuando se fue,
desapareciendo entre los árboles
con la luz cegándome,
escuchando el choque de las olas
hipnotizándome.

Una gota cayó por mi párpado
y supe
que ella también se había emocionado...

•••
Adivina, adivinanza
¿quién es la mujer
que describo
y a la que confiaría mi ser?
Gran pista: su nombre
empieza por N
¿todavía no lo sabes?
•••

— Janny.

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