XXXVII. Monstruos repulsivos

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No entiendo,
porque a veces soy impulsiva
y otras, correcta.

Soy un cúmulo de emociones,
que revientan cuando están tensas,
lloran cuando se estresan,
comen cuando se agobian
y ayunan cuando se acomplejan.

Pero ahora solo siento arcadas,
mi estómago salta,
parece que habla,
quizás sean las mariposas
que pretenden succionar
y golpear
mis paredes gástricas.

Mi cabeza me presiona,
¿esas esculturas tienen vida propia?
Miro a un lado
y me giro al otro,
tengo la necesidad de vomitar,
pero solo escupiría
mis juicios y pensamientos
más dolorosos
aquellos que me roban el sueño,
deseosos
de que se me caiga la máscara.

¿Tengo miedo al abandono?
¿Te quedarás
a pesar de que exploto
y mancho todo?
¿Serás igual que el resto,
te irás
y me echarás al fuego?

Alguien me toca el hombro,
estoy delirando
no puedo observarlo.

—No escaparás de nosotros,
estás presa
y es un crimen pensar
que podrás cambiar,
dejarnos atrás,
¿cómo puedes ser tan egoísta?
No me hagas llorar.

Tirito y un escalofrío
me recorre la médula espinal,
otra persona se acerca,
me quedo quieta
quizá me proteja
y me aleje de esta bestia.

—¿Por qué no me has buscado,
qué te he hecho?
¿No me quieres?
¿A ti te importa alguien?

Los mareos comienzan,
no puede ser,
debo permanecer recta,
ya se irán
solo desean fastidiar,
nublar mi conciencia sin parar,
destruir mi moral.

—Deberían censurarte
como a Caravaggio sus pinturas,
exorcizarte como a una bruja,
debería ponerte mercurio en el café
te ayudaría a dormir,
no hay de qué.

Me tapo los oídos,
sus susurros son extenuantes,
cavan fosas en mi raciocinio
y abofetean mis mejillas.

No se cansan,
les gusta verse con ventaja,
me aprieto con fuerza,
mis tímpanos están por reventar.

Sangre desciende
sobre mi piel,
caliente y esbelta,
el vestido rojo y el escote
seducen a cualquiera.

Cálida me habla en la oreja:
—Deja de dañar
tus hermosas facciones,
planta cara a tus traumas,
todo se puede solucionar
excepto la muerte
y tú eres fuerte
sabrás plantarles cara,
en tu corazón tienes las armas.

•••

A veces hay días
que cuesta hasta
hacer lo más banal,
pero recuerda:
la vida en sí,
no tiene sentido,
el sentido es el que tú le das.

— Janny.

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