XLVII. Maltrecha melodía

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¿Lo escuchas?
Al principio solo era silencio,
pero ahora este profundo eco,
alberga una melodía pesada,
rasgada y quebrada.

¿Lo sientes?
El instrumento... grita,
parece que es la última balada
porque pretende romperse
y dejar de ser un aire
incandescente.

¿Qué les pasa a las notas?
Parecen aullidos
de un demente
que evita a toda costa
tomarse su medicación,
que maldice y muerde
porque le duele
¿el corazón? ¿La razón?
Pero eres incapaz
de comprenderle.

¿La piel se te eriza?
No entiendo la canción,
pero me estruja el estómago
y me provoca náuseas,
me rasga los ojos
y me susurra un trágico
pero abrumador:
"no te vayas".

Esa maltrecha melodía,
escuece como un bofetón,
araña las entrañas
y quema como el sol.

Es nocivo pero también evasivo,
lo busco y no lo encuentro,
quiero salvarle,
ofrecerle los pequeños despojos
de mi meollo,
los sesos esparcidos
en mi clavícula,
la piel muerta
que encontré en mi carrillo.

—¿Dónde está? ¿Volverá?
¡Solo pretendo ayudar!
¿Hay alguien ahí?
¡Vuelve, tengo algo para ti!
¡Por favor, compadécete de mí,
atiende mis plegarias,
soy la única que hace el esfuerzo
por querer descifrarte!
¿Ni siquiera vas a agradecérmelo?

En el fondo
se percibe un movimiento,
veloz como un trueno
pero cantoso
como un atisbo de luz fugaz
en medio de una inmensa
y espeluznante
oscuridad.

—¿Por qué no me haces un favor
y me dejas en paz?
¿Por qué no utilizas
tu abundante inteligencia
para discernir
que te quiero fuera de aquí?

Gotas caen,
el suelo se rompe
y evita no llorar,
esa voz cantarina,
risueña,
se ha vuelto morbosa
con el poder de tocar tu cuerpo
y levantar tu pellejo
con escalofríos
que calan tus huesos.

Retumba un sonido alarmante,
algo se ha... ¿soltado?
¿Una cuerda quizá?
¿Una uña en el umbral?
¿Un sollozo en un rostro oprimido?

Siento la reverberación
en mi interior,
mis ojos saltan de mis cuencas,
mi garganta se enreda
y mi cabeza repite,
ese ruido incesante
como una detonación
de un pirotécnico
jugando con bombas
que recién a hecho.

—Me duele...
me falta...
no puedo más...
sin esa parte de mí...
ya no sirve de nada...
seguir aquí...

Esa voz deteriorada
que se comunicaba
con gemidos arrancados
de sus cuerdas vocales desgarradas,
atrapadas en su caja torácica...
se esfumó con su tétrica
y melancólica
melodía.

Sangraba notas a borbotones,
esparcía las sombras de su arte
y embarraba
el suelo agonizante,
como última composición,
como una última carta...
de despedida
con una única definición.

•••
Los tiburones no pueden dormir
necesitan estar en constante movimiento
para poder sobrevivir,
ya que su fisiología
lo quiso así...
¿qué pasaría
si dejasen de nadar?
•••

— Janny.

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