XVI. Dor

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La lava descendiendo
sobre la piedra rugosa.

Serena, acompasada,
con temor a manchar.

Ansía destruir, revelarse,
chillar y luego, dormirse,
calmada, con satisfacción.

Mas la tierra no se lo permite,
se opone, frenándola
y de paso, la regaña.

La lava llora, hastiada
y la tierra hace una mueca acongojada.

Quizá deberías ayudar,
opacar este desequilibrio
esta perturbación
que destroza,
hasta el último suspiro
de falso alivio interno.

El volcán encolerizado,
sueña con liberarse de esta carga
de expulsar sus entrañas
y dejar de hacer oídos sordos
a sus amenazas.

La tierra se golpea la cabeza,
enfrentándose a ambos,
sacrificando su impaciencia.

Con la voz ahogada
entre resuellos,
mantiene la calma:
—Por favor, relajaos,
esto no servirá de nada
es una pérdida de tiempo
razonad y respirar hondo,
seguro llegaremos a un acuerdo.

El volcán frunce el ceño,
con las venas marcadas,
sus palabras arrastra:
—¿Cómo puedes ser tan ilusa?
¿No ves que nos estamos consumiendo?
No podemos aguantar más
estamos a punto de explotar
¿eso importa o debemos callar?

La lava, con los ojos cristalinos,
chilla, rasgándose la garganta:
—¿Por qué? ¿Por qué no nos dejas?
¿Por qué debemos soportar esto?
¿Por qué tenemos que tragar
y vivir nerviosos siempre?

La tierra los mira,
comprendiendo su dolor,
siente que un puñal le clavan.

—Si no me interpongo,
me dañaréis a mí también,
destrozaréis todo aquello
que amáis
y os arrepentiréis.
Debéis controlar vuestro temperamento,
aprender a respirar,
porque o sino, devastaréis
y causaréis lágrimas
en ojos que no se lo merecen,
apagaréis risas
que podríais estar disfrutando.

•••
Nota mental:

Sé que cuesta
pero por favor,
evitar los encontronazos
cuando esté enfadada,
no sé medir mis palabras
ni mis actos,
no quiero terminar llorando.

— Janny.

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