Capítulo 13.

723 62 7
                                    

Me sentí un poco roja.

—Por su puesto que sí —entrelacé mis dedos con los suyos—. Pero también podría ser niño... —sonreí.

Sonrió .

Sirvieron la comida y comenzamos a comer.

James y yo nos dirigiamos miradas rápidas. Sabía que era por lo que habíamos hablado minutos antes. Y estoy segura que él también sabía.

[...]

Después de haber comido langosta (no tengo idea del porque tanta elegancia, tal vez por que toda la familia estaba unida) nos pusimos a platicar. Nos dieron las doce de la madrugada y vi que a James se le caían los ojos como borrego.

—Creo que mejor venimos otro día de estos —tomé su mano y la sobé.

—Estoy de acuerdo, mañana tengo que trabajar.

Nos pusimos de pie. Nos acercamos a Cathy.

—Mamá... ¿hasta cuando estarán aquí?

—Lo más probable es que estén dos semanas —tomó la mejilla de James.

—Venimos después, entonces.

Besó la mejilla de su madre y después nos despedimos de todos.

Valerie dejó de correr un momento y se acercó a nosotros.

—¿Ya se van? —ladeó un poco la cabeza.

—Sí —respondió James cargándola.

—¿Puedo ir con ustedes?

James me miró y yo sonreí. Me emocionaba la idea de tener una pequeña nena en casa.

—No lo sé... —ella agachó la mirada— preguntale a tu mamá.

Valerie subió la mirada y sonrió emocionada. James la bajó, y ella corrió hacia donde todos.

La vimos hablando con Mía, su madre.

Después, vino hacia nosotros.

—Dice que si puede hablar contigo —me apuntó.

Asentí y me dirigí a donde ella.

—Digame...

—Puedes hablarme de tu —sonrió, aunque lo dijo con un acento demasiado parecido al de Valerie—. Solo quiero preguntarte si no te molesta que mi hija de quede con ustedes.

Rápidamente negué.

—Por supuesto que no, se me hace una niña demasiado linda y educada. Desde un principio me enamoré de ella.

—Gracias por eso —sonrió y vio sobre mi hombro—. Solo deja guardar alguna ropita para ella... —se quedó un momento pensando— ¿cuántos días se quedará en tu casa?

—Los que quieran, por mi no hay problema. James se va temprano y llega a las seis o siete, y yo estoy en casa todo el día, así que compañía me haría muy bien.

—¿Hasta el próximo domingo? —sonrió.

—Perfecto —devolví la sonrisa.

Desaparició, fue a buscar las maletas. Yo me dirigí con James, que cargaba a Valerie y jugaban a una especie de "avión", aunque no le entendí mucho, porque daban mil vueltas y reían.

—Hola, chicos —los dos voltearon de inmediato, esperando una respuesta—. Dijo que si.

James y Valerie chocaron los puños, y después me abrazaron.

—____________ es asombrosa, ¿cierto? —dijo en el oído de la pequeña, en un tono tan bajo, como si no quisiera que escuchara.

La niña asintió moviendo la cabeza de arriba a abajo exageradamente.

Mía se acercó a nosotroscon una pequeña maleta rosa.

—Aquí está todo —me la entregó.

—Bien —dijo James—, despidete de mami.

Valerie asintió, le dio un beso a Mía y volvió a los brazos de James.

—Adiós, mami.

Salimos, subimos al coche, pusimos a Mía en el asiento de atrás con el cinturón de seguridad y arrancamos.

[...]

Llegamos a casa, y volteé.

—Se quedó dormida —sonreí.

—Es muy tarde.

James quitó las llaves, bajó, me abrió la puerta y después bajó a Valerie en brazos.
Bajé la maleta de Valerie.

Abrí la puerta de la casa, y prendí la luz.

Subimos a la planta de arriba, abrí la recámara de invitados y James la acostó en la cama individual.

—Es tan linda... —se apoyó sobre el marco de la puerta.

Lo tomé del hombro y me apoyé en él.

—Tendremos una pronto.

Levantó mi barbilla con su mano y me besó.

Fuimos a nuestra recámara y después de ponernos la pijama y lavar nuestros dientes, nos tiramos bajo las sábanas.

[...]

06:30 a.m.

Abrí los ojos y James ya no estaba en la cama.

Escuché la regadera y me levanté.

Bajé, hice el desayuno y lo serví.

—Buenos días —me tomó de la cintura y me dio un beso en la mejilla.

—Buenos días —sonreí—. Ven a desayunar.

Nos sentamos en la mesa, y comenzó a comer. Yo planeaba esperar a Valerie.

—¿Vas hoy a la oficina? —preguntó.

—Sí, para que Valerie conozca donde trabaja su primo James.

—Muy bien, y de ahí nos pasamos a comer.

Asentí.

Terminó de comer, subió, lavó sus dientes, pasó por la recámara donde estaba Valerie y le dio un beso. Pero no se dio cuenta que yo lo observaba.

—Espero tener una como tú pronto —musitó, para no despertarla—. Te quiero.

Se volteó, me miró y sonrió.

—Tenemos que trabajar para encargarle una a la cigüeña —me abrazó.

—Lo entiendo... —reí.

—Me voy, te amo.

—Cuídate, te amo también —me dio un beso.

Bajó y se fue en el coche.

[...]

08:15 a.m.

—Prima, ____________ —tocó la puerta de mi habitación, aunque ya estaba abierta.

—Ven —dí dos golpecitos en la cama—, sientate.

Asintió.

—¿Primo James se fue?

—Sí, fue a trabajar, pero en un rato iremos con él para comer, ¿te parece? —hice un mechón de su cabello para atrás

Asintió con una gran sonrisa.

—Estaba esperando que despertaras para desayunar, ¿se te antojan unos hot cakes con moras y mantequilla de maní?

—¡Sí! —gritó feliz.

—Vamos a hacerlos —tomé su mano y bajamos.

—Voy a lavar mi cara y regreso.

Fue, lavó su cara. Mientras yo sacaba los ingredientes para hacer los hot cakes.

—Me gustan con mucho maní —se impulso con la barra de la cocina, y estaba de puntillas, ya que su pequeña altura no daba para más.

—Entonces le pondremos mucho maní —sonreí.

Comenzamos a cocinar, ondeabamos la harina de un lado a otro con cucharas. Valerie reía, ya que le caía harina por toda la cara.

—En la nevera hay moras —dije aún dándole vueltas a la harina—, sacalas y lavalas.

Asintió sonriendo.

Acercó una silla al fregadero, se subió en ella después de quitarse los zapatos y comenzó a lavar la fruta.

—¡Ya está! —dijo con emoción.

—Bien, ahora saca la mantequilla de maní, y pon la mesa, por favor.

Se bajó de la silla con dificultad. Tomó la mantequilla, la puso en la mesa. Después, agarró dos platos, dos vasos y cubiertos, y los puso en la mesa.

—Listo.

Sonreí.

—Bien, esto ya está.

Comencé a quitar del sartén algunos listos y los puse en un plato.

—¿Quieres jugo o malteada?

Pensó.

—¡Malteada! —levantó los brazos.

Más trabajo. Ah, ¡que importa!, es una dulzura.

—Saca fruta de la que quieras para hacerla.

—¿Que tal de fresas con.... —se quedó pensando con su dedito en al barbilla y parte del labio— avena? —me miró.

—Es el mismo que toma James —sonreí.

Sacó las fresas y avena. Y ella lo licuó, después de haberle puesto todo en la licuadora.

Pusimos algunos hielos, servimos los hot cakes y comenzamos a comer.

—Creo que fueras buena como mamá.

Sonreí.

[.........]

Todos quieren ver a la raya en Barcelona (que naca).

Oigan, y mañana sigo presentando los exámenes finales, por eso los capítulos seguidos:(.

¿Embarazamos a la rayis?

Xoxo

Juntos, ¿para siempre? |James Maslow|Where stories live. Discover now