Hidden Love - Choi Yeonjun

Extra (2)

—Ya te lo dije, ni siquiera tengo ganas de celebrar mi cumpleaños—le digo mientras poso mis pies en la mesita de la sala.

—No te creo, es obvio que quieres que adivine, pero creo que no te conozco lo suficiente para hacerlo bien—un suspiro cansado sale de mis labios.

—No estoy tratando de hacerme la misteriosa, Soobin, no quiero nada.

—Si lo haces, y voy a averiguar qué es—dice apuntándome con el dedo. Toda la tarde ha sido lo mismo, él está convencido de qué hay un gran secreto detrás de mí negativa de celebrar mi cumpleaños, pero en serio no es así.

—Como quieras—bufo.

Con la llegada de septiembre el clima había empezado a cambiar y cada vez hacía más frío, la pequeña casa que por el momento sigo compartiendo con Yeonjun se estaba tornando insoportablemente congelada.

—Tenemos que comprar una maldita calefacción—le digo a mi amigo mientras se sienta en el sofá a mi lado.

—Si, lo sé, te daré el dinero lo antes posible— Yeonjun luce agotado cuando tira sus hombros hacia atrás en el mueble—¿Ya decidiste que haremos en tu cumpleaños?

—Estoy tan harto de ti y de Soobin, ya les dije que no quiero nada.

—Oh, vamos, ya deja de torturar a ese pobre hombre y dile qué quieres.

—No es torturar, en serio no quiero nada—espeto hacia él—No sé a qué se debe su obsesión con el tema.

—¿Ah, no? —pregunta él arqueando las cejas, haciéndome fruncir el ceño.

—No, ¿por qué?, ¿tu sí? —interrogo y él se encoge de hombros.

—No fue tan difícil darme cuenta, pero si te digo no será sorpresa para ti.

—¿Por qué hablas como si supieras algo que yo no?.

—Porque lo hago—explica él—Soobin me contacto para saber que iba a regalarte yo, también me contó la razón de su curiosidad.

—¡Dime! —exijo.

—No, por supuesto que no—niega—Espera hasta el día de tu cumpleaños.

—¡Falta como una semana! —me levanto del sofá con enojo.

—Exacto, ahora vuelve a sentarte y veremos una película como en los viejos tiempos—le doy una mirada disgustada.

—Si no me dices ya no voy a hablarte.

—Pues diviértete con la ley del hielo, entonces—con indignación le saco el dedo del medio y le doy un almohadazo para luego dirigirme a mi habitación—¡Tienes 12 años! —escucho al llegar.

—¡Y tú eres el peor amigo del mundo! —grito antes de cerrar la puerta con fuerza.