• Veintitres •

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A Jafet, le dieron de alta dos días después, ahora se encuentra en reposo y en casa de mi abuelo. Por suerte pude visitarlo en el hospital antes de irse a casa

Junto con Aleksander, hemos estado en la búsqueda de mis hijos. Hemos ido a varios orfanatos ya que imagino que ese infeliz no los tiene, pero a todos lo que he visitado he recibido la misma respuesta.

Suspiró derrotada al montar al auto. Acabábamos de visitar el último orfanato de la ciudad y no habíamos encontrado ni un rastro de mis niños.

El camino fue silencioso, la verdad no tenía muchas ganas de hablar, solo estaba sumida en mis pensamientos y posible "No los voy a encontrar"

Mi pecho se oprime y siento inmensas ganas de llorar. Hemos buscado por muchos lugares y los resultados no han sido positivos. Ni un mínimo rastro hemos encontrado.

Paso saliva tragando aquél sentimiento de tristeza y amargura. Sé que los voy a encontrar cueste lo que me cueste.

—Cielo— llamó Aleksander, hice un leve asentimiento para que continuará —Se que debí mencionarlo antes pero, quería que fuera nuestra última opción por si no llegábamos a encontrar a los pequeños— comentó. Volteé a verlo un poco confundida

—No comprendo.

—¿Has escuchado el nombre de Pablo Jaramillo?— preguntó. Mi mente dibagó por los posibles conocidos con ese nombre, pero solo uno llegó.

—No conozco a alguien con ese nombre, aunque si me estás haciendo una broma podría ser el traficante de drogas más buscado de toda Colombia— bromee, Aleksander guardó silencio mientras estaciona el auto en la orilla de la carretera permitiendo pasar a los que venían atrás. Pone el seguro de mano y luego voltea a mirarme.

Esto no era una broma.

—No hay nada que temer, cariño. Solo nos haria un gran favor si tan solo nos diera una pista— dijo.

—¿Tú me estás mamando gallo?— me fue inevitable decir. Aleksander me miró confundido al no entender lo que quise decir. —¿Me estás tomando el pelo?— corregí. El inmediatamente negó.

—Sabes que no jugaría con algo tan delicado, amor— veo como suspira, para luego tomar mis manos, le da un beso a mis nudillos para luego mirarme fijamente. —Él está ahora mismo en está ciudad. Gracias a él puedo estar seguro en cualquier rincón de Colombia— comentó

—No entiendo que tiene que ver eso con mis hijos.

—Cielo, sabes que haría cualquier cosa por ti. Pediré su ayuda con la búsqueda de los pequeños. Él puede obtener cualquier información que le plazca con tan solo chasquear un dedo.

—Tu también puedes

—Por supuesto. Pero en mi territorio— explicó —Aquí no puedo moverme con libertad, cariño. Este país en su reino y no puedo quitarle algo que no me pertenece.

Sus palabras me dejan un poco pensativa.

¿Podría alguien como él darme tan solo una pista de mis hijos?

Claro que puede, ya escuchaste a Aleksander.

Suspiré.

—Me aterra la idea de que salgamos perjudicados en todo esto— murmuré. Aleksander me miró con ternura, alzó su mano y acarició mi mejilla

—De eso me encargo yo, amor. Solo quería consultarlo contigo primero.

Le sonreí leve y asentí.

—Gracias por todo lo que estás haciendo por mí. No sé cómo agradecerte.

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