• Veintidos •

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ALEKSANDER.

Me siento tan a gusto en este momento. Ver a mi mujer mientras duerme me tranquiliza bastante. Me hace saber que está bien, protegida y amada en mis brazos.

Beso su frente para luego acariciar su cabello, es tan largo, suave y sedoso. Toda ella me tiene cautivado.

Miro sus labios, los cuales estoy tentado a besar, pero me astengo porque la despertaría con mal genio, y es algo que no quiero.

Detengo mis caricias cuando la veo removerse, da medía vuelta dándome la espalda, me doy mi momento para admirar su curbilenio cuerpo, me muerdo el labio cuando mi pene se pone erecto y no solo por los calambres matutinos.

Me acerco a ella pasando mi brazo por su pequeña cintura hasta posicionar mi mano en su vientre bajo, beso su mejilla y me permito relajarme unos minutos más a su lado, antes de iniciar con mi trabajo pendiente.

Los minutos pasan y siento que poco a poco me estoy quedando dormido, pero los quejidos de mi mujer me alarman por completo.

—Dejame en paz— murmuró en sus sueños atemorizada, abro mis ojos sorprendido por sus palabras

—Sueltame— se queja removiendose en la cama.

—Cariño— murmuré

—Joder, déjame— se queja casi en un gritó, pongo mi mano en su brazo e inmediatamente se sienta en la cama asustada. Su respiración es rápida, sus ojos están tan abiertos reflejando miedo. Está tan ida que no se percata de mi presencia.

—Mi diosa— murmuré. Ella alzó su mirada para verme, sus ojos se pusieron brillosos y pronto comenzó a llorar. Lágrimas empapaban su precioso rostro y mi corazón se hizo pedacitos al verla así

La tomé en mis brazos y la abracé, su llanto se hizo presente y con ello mi corazón se hizo trizas.

—Solo fue una pesadilla mi amor. Estás aquí conmigo— murmuré con delicadeza y cariño.

—Otra vez me estaba haciendo daño— murmuró en medio del llanto.

—¿Esteban?— pregunté con cuidado, a lo que ella asintió.

Maldito, hijo de puta.

—Nunca más volverá a lastimarte, mi amor. Siempre estaré ahí para protegerte.

—Tengo miedo— murmuró

Juro que cuando lo encuentre, lo voy asesinar.

—En cuanto estés a mi lado nada malo podra pasarte, mi amor. Siempre voy a protegerte con mi vida. Te lo juro.

La mañana paso un poco lenta, Catania, estuvo a mi lado en cada momento aún con miedo. Tengo interés en saber que fue lo que soñó y todo lo que ese imbécil le hizo, pero es mejor no presionarla y esperar a que ella se sienta lista para contarme.

Cuando son las diez, ambos nos aseamos y nos alistamos para el día de hoy. Hay que cazar a un engendro del demonio. Y le haré pagar por todo el daño que le ha hecho a mí mujer


CATANIA.

Maldito una y mil veces Esteban Quintero, tú y el maldito daño que me hiciste.

Suspiró frustrada mientras vamos de camino en el auto. Aleksander, conduce en silencio y yo solo me limito a mirar por la ventana. El silencio no es incómodo, solo es mi mente ocupada en un recuerdo que duele.

Unos minutos más tarde, Aleksander, estaciona el auto frente al edificio donde ahora vive Jarek.

Me quito el cinturón de seguridad y me quedé mirando a la nada por unos segundos.

CataniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora