• Veintisiete •

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Me sentía muy conmovida.

Ver a mi hijo junto con Aleksander platicando como si se conocieran de toda la vida me trae miles de sensaciones reconfortantes.

Nos encontramos todos en un restaurante cerca a la torre Eiffel. Son eso de las ocho treinta de la mañana y hemos venido a desayunar como lo prometimos.

La mesa era adornada elegantemente con montones de comida que sin duda serán suficientes para satisfacer nuestra hambruna.

—Entonces me pare firme y le dije: Si es un deporte para niñas quiero ver que seas capaz de hacer un salto y caer en punta. Nos miramos fijamente con mucho enojo hasta que dió medía vuelta y se fue— contó mi niño

—Esa es una actitud de caballeros— apoyo mi novio con una enorme sonrisa en sus labios

—¡Claro!, y luego de eso todos dejaron de molestarme. Ya no era el niño-niña del que todos se burlaban. Incluso, a algunos les interesó el Ballet y se inscribieron en la misma escuela que yo— finalizó.

Me es inevitable sonreír con orgullo por cómo se ha defendido mi hijo de las burlas de sus compañeritos de la escuela. No se dejó vencer, incluso alzó su cabeza y se defendió como todo un caballero.

Miró a Celeste que está frente a mí, ella sonríe ante lo que le sucedió a mi pequeño meses atrás. Está es una de las mil razones por la cual sería muy estúpida al alejarla de mi hijo.

Bastián es un chico fuerte, confía en sí mismo y en el talento que tiene. No se deja derrumbar de nadie y siempre está de pie ante cualquier adversidad,  y es todo gracias a sus padres adoptivos -que en paz descansen- y a su hermana celeste.

Siempre estaré agradecida por lo que es mi hijo ahora. Todo un guerrero.

El desayuno continúa con anécdotas por parte de Bastián. Él es el centro de atención en este momento, y no hay que ser adivinó para saber que le gusta serlo.

La comida estaba deliciosa. Incluso pedí una docena más de Macarons. Una galletas que para mí ha sido un manjar. Todo lo contrario para Eliana, que le ha parecido totalmente asquerosa. Pero bueno, ella se lo pierde.

Son las 11:30 cuando estacionamos justo a tiempo en el juzgado para empezar con el proceso legal.

Está mañana antes de ir a desayunar hemos ido al hospital para hacernos la prueba de ADN -que ha exigido el juez- la cuál los resultados llegarán directamente a él. Este los ha leído atentamente dando el afirmativo qué Bastián si es mi hijo.

Y con el consentimiento de Celeste la tutoría de mi hijo ha quedado a mi poder.

Casi toda la tarde nos quedamos en el juzgado por la audiencia, el trámite de papeles y todo lo necesario para no tener problemas en un futuro.

Cuando salimos ya es de noche donde nos percatamos que son las ocho con veinticinco minutos. Por suerte Eliana y Kaemon se hicieron cargo de Bastián mientras nos ocupamos del papeleo.

—¿Cuándo nos marcharemos?— nos pregunta Celeste cuando hemos estacionado frente a su casa.

—En tres días. Queremos darte el espacio suficiente para que empaques lo necesario

—Aunque si gustas podríamos ir mañana de compras— Sugiere Aleksander

—No quiero abusar, pero me encantaría mucho eso. Quiero deshacerme de muchas cosas, siento que no estoy creciendo lo suficientemente aquí. Hay veces en que me siento ahogada, que no puedo avanzar estando en este lugar.

Su confesión me tomó por sorpresa. No me tomé un momento para pensar en los sentimientos de la rubia. En cómo la muerte de sus padres la ha afectado y en cómo lo ha tratado de ignorar estando en el trabajo o manteniendo su mente ocupada en otras cosa que no sea en ellos.

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