Capitulo 24

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Gemma

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Gemma

Santo se ha marchado desde muy temprano a la mansión, aunque me ha mencionado que no me preocupe, algo muy en lo profundo me dice que está tratando de ocultarme algo importante para no preocuparme. Espero solamente que no sea nada realmente grave que afecte la vida que hemos decidido llevar en tranquilidad lejos de todos.

He usado todo el tiempo libre en la mansión no solo para mi recuperación también para adelantar mis clases de literatura y también me he encargado de decorar la casa, que poco a poco comienza a tomar vida.

Los gatitos se restriegan en mis piernas mientras olfatean el olor a pastel de manzana que sale del horno

—¿Quieren un poco? —me agacho a su estatura y los acaricio—. He preparado uno especial para ustedes, no se preocupen.

El sonido de la campanilla suena alertándome de que los pasteles que he preparado están listos para comerlos. Tomo la charola en mis manos junto a los guantes y los sirvo uno a uno, en mi acción pierdo en tan solo unos breves segundos la noción del tiempo, se me ciegan los ojos y apenas puedo ver sombras.

Solo ha demorado un par de segundos pero lo suficiente para que logre asustarme.

Está bien, creo que ha sido la tensión. Ni lejos de esa casa puedo estar en paz sabiendo que Santo regresa tarde por las noches, he empezado a desconfiar en su abuelo y temo que pueda hacer cualquier cosa para retenerlo y arrojarme de nuevo a los lobos hambrientos.

Me regreso a la mesa del comedor, dejo los pasteles a un lado y me siento en una de las sillas, me recuesto sobre la mesa solo para cerrar mis ojos con brevedad, me duele la cabeza y usualmente solo deseo dormir, así que solo me dispongo a dejarme llevar por el cansancio.

—Señora, señora —siento una mano moverme de un lado a otro.

Para cuando vuelvo abrir mis ojos descubro a Roberto con su vista fija en la mía, parece preocupado.

—¿Está bien?

—Yo... —miro confundida a todos lados—. ¿Qué hora es? —pregunto.

—Las siete.

—¿Qué? —miro el reloj porque no creo aquello—. Es imposible, dormí, cinco horas. Os pasteles inclusive se han enfriado, soy una tonta —me lamento.

—¿Segura que se siente bien?

—Sí, es solo que estas últimas noches no han sido fáciles. Santo desaparece en por las madrugadas y regresa hasta tarde.

—El señor ha regresado conmigo, solo que me ha pedido que le de unos momentos a solas en su oficina, está ocupado con algunos asuntos que requieren con urgencia su presencia.

—¿Hay algo malo?

—Señora no estoy autorizado a darle información.

—Está bien Roberto, te entiendo. Él te ha pedido callar para protegerme de lo que suceda, no te preocupes —me levanto de la silla sintiendo que todo me da vueltas, me apoyo en el espaldar de una de las sillas para no perder el equilibrio.

La Tentación de lo Prohibido (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora