Gemma
No puedo creer que el estúpido de Santo me haya dejado tirada en medio de las calles de Roma, llevo recorriendo siete cuadras sin saber a dónde ir, estoy sola sin dinero y en medio de un mar de gente. No conozco a nadie, y pronto oscurecerá.
Me aferro con fuerza a leon mientras camino sin un rumbo fijo. Tengo hambre y sed, mi estómago ruge y ahora empiezo creer que lo que dije en el auto fue algo realmente estúpido, jamás pensé que ese hombre fuera tan frio para dejarme tirada en la calle. Solo hay una solución, debo regresar a la mansión y decirle al señor Raffaelle que me regresaré a mi hogar en Portofino, él quizás me comprenda y me deje ir. Solo existe un problema, ninguna persona me llevara a la casa de los Cappelleti porque no llevo conmigo ni un euro.
Suspiro mientras me siento en una de las bancas de un parque cercano a donde Santo me ha dejado, me duelen las plantas de los pies y empiezo a preocuparme porque el sol se ha ocultado y la noche ha empezado a caer sobre la inmensa Roma.
—Perdóname leon, ha sido una vez más mi culpa, pero prometo que regresaremos a la casa, no nos quedaremos aquí toda la noche, ya se me ocurrirá algo para llegar a la mansión. Quizás Santo tenga razón solo soy un imán para las desgracias.
Debo buscar la forma de regresar, pero ¿cómo?
Siento como una persona se sienta a mi lado, un hombre quizás, se queda sin decir nada, y despues de algunos segundos me habla.
—Hola —dice sonriendo.
No le respondo nada. Apesta a alcohol y cigarrillos.
—¿Estás sola? —pregunta.
Me giro para verlo de reojo, es bastante robusto, algo mayor y tiene una enorme cicatriz que le atraviesa media cara. Creo que es momento de irse, no es un sitio bueno para quedarme, su figura no me parece de fiar.
—Lo siento debo irme señor —me levanto de la silla dispuesta a alejarme de ese sujeto.
Me alejo de la banca para ir por el camino de árboles que atraviesa el parque hasta llegar a una callejuela, siento unos pasos seguirme, me giro asustada para percatarme de que ese hombre de hace unos segundos me ha seguido.
Oh Dios, oh Dios.
Camino tan rápido como puedo, solo quiero huir de ahí. No quiero que me hagan daño.
—Detente niña —me alcanza para tomarme de la manga de mi camisa.
—Por favor déjeme, no tengo nada de valor —le pido.
—No quiero algo de valor —un brillo se dibuja en sus ojos.
—Por favor suélteme —forcejeo y grito—. ¡Déjeme!
—Te he visto, te he seguido desde que te bajaste de ese lujoso carro, no pareces una persona que no tenga dinero, te ves como una persona bastante adinerada, quizás el hombre con el que venias pueda darme algo por ti, aunque penándolo bien me quede con algo tan bonito y sensual como tú.
ESTÁS LEYENDO
La Tentación de lo Prohibido (Pausada)
RomantizmHace veinte años dos familias juraron lealtad con un trato que ni el mismo diablo podría disolver, ahora que el patriarca de la familia Ferreti ha muerto ha llegado el momento de hacerlo cumplir. Santo Cappelleti no tendrá más opción como líder de...