Santo
La mansión se siente demasiado inmensa y solitaria.
Ha pasado una semana desde que Gemma se marchó, quise en un inicio negarme a aceptar que me había equivocado, pero he terminado convenciéndome estos últimos días de que soy el único culpable de que ahora estemos separados.
Mi madre siempre mencionaba que mi temperamento y la forma en la que veía la vida no iban a llevarme a ningún lugar y ha terminado por tener la razón absoluta de todo esto. Me he contenido estos últimos días de ir verla a donde ha decidido vivir junto a Alyna, sé que con ella está mejor pero no deja de preocuparme el hecho de que Raffaelle o el mismo Marcello se atrevan a volver a hacerle daño ahora que se encuentra lejos de mí.
Repaso una y otra vez los documentos que tengo en mis manos.
—Señor parece que el proveedor no va a venir —m interrumpe Roberto.
Miro mi reloj de mano.
—Esperemos unos diez minutos más, este es un contacto importante.
—Como diga señor —Roberto se hace a un lado de la mesa en donde me encuentro guardando una distancia prudencial.
Mi vista vuelve a centrarse en aquellos documentos, la única razón por la que he aceptado esta reunión en este bar ha sido porque quería despejar un poco mi mente de la realidad que me golpea todas las noches en la casa, los negocios parecen ahora ser la nica distracción en mi cabeza
—¿Santo? —escucho una voz femenina no muy lejos.
Levanto mi vista para fijarla en la figura curvilínea y sensual de una mujer en especial.
—Cristal —respondo a su llamado.
Ella sonríe, se acerca hasta la mesa y vuelve a hablar.
—No creí volver a verte en lugar como este. Supe que te habías casado.
—Así es.
Ella mira hacia todos los lados como si quisiera encontrar algo a alguien.
—¿Y dónde está la afortunada? —pregunta.
—He venido aquí por negocios —evado el tema
—Oh ya veo —se resiste a seguir preguntando—. Ha sido un buen tiempo ¿no?
—Así es —digo sin restarle importancia.
—¿Te molesta si me siento?
Ella no espera a que le responda nada, solo toma la iniciativa de sentarse en la silla vacía que tengo enfrente. Rebusca entre su bolso un cigarrillo y lo enciente.
—Siempre tuve curiosidad el porque te habías casado ¿sabes? —escupe el humo de su boca—. Durante todo el tiempo en que estuvimos juntos nunca mencionaste el tema, creí que eras un hombre sin compromisos. Eras muy recio al respecto.
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La Tentación de lo Prohibido (Pausada)
RomanceHace veinte años dos familias juraron lealtad con un trato que ni el mismo diablo podría disolver, ahora que el patriarca de la familia Ferreti ha muerto ha llegado el momento de hacerlo cumplir. Santo Cappelleti no tendrá más opción como líder de...