Hace veinte años dos familias juraron lealtad con un trato que ni el mismo diablo podría disolver, ahora que el patriarca de la familia Ferreti ha muerto ha llegado el momento de hacerlo cumplir.
Santo Cappelleti no tendrá más opción como líder de...
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Gemma
Le pisoteo el pie con todas mis fuerzas. Santo se queja por mi acción mientras se aleja de mí.
—¿Qué cree que hace? —me quejo limpiándome la boca—. ¿Con que derecho se cree a besarme?
Él furioso clava sus ojos grises en los míos.
—No me creo con ningún derecho, lo he hecho porque quería hacerlo —admite sin descaro.
—Pues no sé a que este acostumbrado, pero le juro que si vuelve a intentar algo como eso, me aseguraré de que esta vez no despierte del golpe que le dé —le amenazo y me alejo de su lado.
La voz de Santo me detiene antes de que me regrese al interior de la casa.
—¿Cree que puede amenazarme en mi propia casa señorita Ferreti? —enarca una ceja.
Le regreso una sonrisa. No sé qué demonios hago pero las palabras me salen enseguida.
—Tómelo como una amenaza señor Cappelleti o lo que quiera, pero escuche bien lo que le diré, será mejor que recurra a juegos menos patéticos que besar a una mujer a la fuerza para llamar su atención, si se siente solo, no soy la indicada para satisfacer los deseos que se le pasen por la cabeza.
Él sonríe.
—Vaya, parece que la señorita Ferreti es una mujer decidida.
—No me conoce, le aseguro que no soy la tonta a la que todos quieres verle la cara en esta casa —digo firme—. Sé que su familia me oculta algo, y yo lo descubriré por mi cuenta.
—Buscar en donde no se le ha llamado puede ser un arma de doble filo.
—Y a mí me encanta cortarme.
No sé qué demonios he respondido, ni siquiera estoy segura de que estas personas oculten algo, pero lo he dicho con esa seguridad para que no pueda volver a tratarme como una ignorante en esa enorme casa.
—Cuidado con el rumbo de sus palabras —responde.
Me encojo de hombros.
—No sé por qué le preocupa tanto lo que piense o llegue a creer, solo soy una invitada. Usted y yo no mantenemos ningún vínculo.
La furia se refleja en sus ojos grises.
—Puede controlar lo que sea en esta enorme casa, incluso allí afuera puede controlar lo que quiera. Pero tenga presente que no he nacido para seguir las normas de otro, no soy alguien a quien pueda controlar, así que le sugiero pensar en otra cosa si lo que desea es mantenerme en esta casa de la cual ya me he empezado a arrepentir en venir.
Santo intenta responder algo a lo que he dicho, pero el momento se ve interrumpido por su abuelo quien se mete en medio de los dos.
—Gemma —sonríe en cuanto me ve—. Me gustaría que me acompañaras a dar un paseo por la casa ¿vienes?