Capítulo dos.

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La puerta de la habitación se abrió de golpe, una niña se abalanzó a la cama sobre Andrea, quien la empujó y la hizo caer al suelo para darse la vuelta y volver a dormir, refunfuñando a quien sea que la haya intentado despertar.

—¡Hermana, despierta o llegaremos tarde!

Andrea abrió los ojos de par en par, no recordaba que Chiara tuviera una hermana y los niños no aprendían a hablar con tanta claridad con tan solo un año si es que acaso había caído en un coma de esa durabilidad. Se sentó sobre la cama y observó la habitación con cuidado, hasta que sus ojos recayeron sobre la niña que estaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido delante de ella.

—¡Mamá dice que no quiere más atrasos! ¡No estás ni vestida!

—¿Quién eres tú?

—¿De qué hablas? ¡Levántate, debemos ir al colegio! El primer día de clase es importante cuando eres nueva en un colegio.

Andrea la observaba confusa, ¿acaso había escuchado bien y aquella niña extraña dijo primer día? ¡Era imposible que sea el primer día de colegio! ¡Ella recuerda claramente que ayer solo faltaba una semana más para acabar el infierno!

La niña dejó un uniforme que reconoció Andrea de inmediato, era el mismo uniforme de su colegio, pero estaba segura de que ya solo faltaba una semana de clases, y que en realidad esa semana se usaba para vaciar los casilleros y terminar los últimos exámenes que faltaban de realizar por diferentes motivos. Aquella niña salió de la habitación y dejó a Andrea sola, que empezó a observar con más cuidado alrededor, ajena a todo lo que la rodeaba.

Se colocó el uniforme, convencida de que en realidad era un sueño y lo que tenía era un falso despertar. Se dirigió hasta la cocina, la casa era demasiado pequeña en comparación a su casa en la vida real, y se preguntaba cómo podía soñar con un hogar tan detallado cuando jamás había visitado casas similares. La niña descansaba su peso de un pie en otro, nerviosa por su primer día de clases y ansiosa de pensar que llegaría tarde.

—¡Andando, debemos irnos!—exclamó.

Andrea se colocó el abrigo y soltó un bostezo, ambas salieron de la casa, pero Andrea solo seguía a la niña como si se tratara de un videojuego, no estaba muy segura sobre de que iba el sueño, así que solo se limitó en seguir en silencio durante todo el trayecto, dejándose llevar por la situación en su entorno. La niña ni siquiera se giraba a ver si realmente estaba ahí, solo daba pequeños saltos delante de ella por la emoción que invadía todo su cuerpo.

—Oye, niña, ¿cómo te llamas?

No hizo caso.

—¡Tú, la canguro!

Entonces sí que se giró a verla.

—¿Estás bien? Pareces un poco enferma— preguntó la pequeña.

—En los sueños las personas no se enferman, ¿cómo te llamas?

—¿Qué sueños? ¿De qué estás hablando? Andrea, no es gracioso que vuelvas a fingir que no soy tu hermana y no me conoces.

—¡Mia!

Mía se giró a un grupo de niñas que saludaban desde lejos, se despidió de Andrea y se acercó corriendo a sus amigas. Andrea iba notando como poco a poco la calle se iba llenando de estudiantes, observaba a la niña que decía ser su hermana caminando junto a su grupo de amigas, solo que, a diferencia de ella, llevaba un uniforme diferente. No entendía lo que pasaba y tampoco se esforzaba en hacerlo, estaba segura de que todo eso se trataba de una pesadilla de mal gusto por no estar durmiendo en su gran cama cómoda o producto del estrés en saber que su madre podría encontrarla y darle el castigo de su vida.

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora