Capítulo seis.

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Andrea observaba la libreta en su mano, por más que intentaba escribir ahí, las cosas desaparecían y las hojas se volvían a poner en blanco como por arte de magia. Levantó la mirada para observar cómo Mía luchaba con el peso de su maleta, aceleró el paso y la levantó para ayudarla a quitársela de encima, sin decir nada más, empezó a cargarla en todo el camino mientras Mía se detenía cada tanto a observar una que otra planta que llamaba su atención.

—¡Oye, pequeña A!

Andrea supo enseguida de quien se trataba porque era la única persona que la llamaba de esa forma, y en cierta parte él tuvo razón en poder reconocerlo más fácil si dejaba su marca. Giró en redondo aún con la libreta en mano mientras sostenía la maleta de Mía con la otra, Dareh se detuvo en su moto frente a ella, se quitó el casco y ladeo la cabeza con una sonrisa.

—¿Quieres un aventón?

—No.

—¿Es tu hermana?

—¿A ti que te importa?

—¿Te he dicho lo mucho que me encantan las chicas de carácter fuerte?

—¿Te he dicho lo mucho que me encantan los chicos que son mudos?

Dareh posó la mirada en la pequeña, que enseguida se escondió detrás de su hermana con timidez por el chico desconocido.

—¿Qué quieres? — intervino Andrea en dirección a Dareh.

—¿No puedo acompañarte? ¿Viste que me reconociste con mi apodo?

—Dios sabrá que karma pago para tener que soportarte.

Andrea obligó a Mía a avanzar, Dareh las seguía desde su moto sin aumentar la velocidad, estaba empeñado en querer acompañarlas y nadie le iba a sacar esa idea de la cabeza. En cuanto Andrea observó que Mía había entrado por completo a su colegio, se giró para ir al suyo, pero notó que Dareh seguía esperándola apoyado en su moto que había estacionado frente al colegio.

—¿No te cansas de ser tan idiota? — preguntó Andrea en cuanto llegó a su misma altura.

—¿Y perder mi encanto? ¿Tienes mi tarea?

Ella asintió y empezó a rebuscar entre las cosas de su maleta, sacó una carpeta con unas cuantas hojas y las extendió en su dirección. Entonces, como si fuera parte de la magia en donde estaba metida, se le había prendido el foco en su cerebro para adelantar mucho más su plan y hacerlo en el periodo de tiempo más corto posible.

—Puedo extender mi ayuda de tarea a un mes más, solo sí... me ayudas a salir con tu primo.

Dareh levantó lentamente la mirada, había pasado de ser amigable a ser el mismo iceberg que hundió el Titanic, su mandíbula se tensó y no hizo ningún esfuerzo en embozar una sonrisa juguetona como siempre hacía; no hizo ningún esfuerzo en mostrar una aprobación fingida a la petición de Andrea.

—Pensé que eras más inteligente— escupió con frialdad.

—¿Tú que vas a saber?

—Tú y mi primo no pegan por nada del mundo.

—¿Ah sí? ¿Y con quien pegaría según tú?

Dareh acercó su rostro al de Andrea para dejarlo a pocos centímetros de separación.

—Conmigo, pequeña A.

Andrea simuló vomitar demostrando su inconformidad ante la idea de salir con Dareh, y aunque ella sabía que solo estaba bromeando, no se imaginaba salir exactamente con ese Dareh de esa realidad. Lo apartó con toda la palma de su mano mientras el soltaba una risa burlona, revisó por última vez las hojas mientras asentía levemente.

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora