Capítulo veinticinco.

0 0 0
                                    

—¿Por qué por la ventana?

—Porque mi padre debe estar esperándome por la puerta, no voy a darle la cara oliendo a... ¡decepción mezclado con hierba!

Andrea rodó los ojos y empezó a subir de la misma forma que lo había hecho la vez anterior, cruzó por el marco de la ventana y observó a todos lados para luego extenderle la mano a Dareh y ayudarlo a subir. Ambos cayeron al suelo encima del otro, la luz estaba completamente apagada y apenas les dio tiempo para reconocer quien corría en su dirección.

—¿Por qué presiento que esta muchacha siempre es arrastrada a tus payasadas, hijo?

Su madre los apuntaba con una linterna y la bata de dormir cerrada con un listón, estaba de brazos cruzados y el cabello recogido en un moño mal hecho. No había ni rastro de su padre, y eso lo había relajado por completo como para ponerse de pie, ayudó a Andrea a hacerlo, y ella saludó educadamente a la mujer delante de ella.

—¿Papá está abajo? — preguntó Dareh.

—Esperando a que cruces la puerta y regañarte.

—¿Le dirás que estoy en mi habitación cuando este más calmado, mami?

—Sabes que lo haré, no pongas esa cara intentando convencerme. Andrea, cariño, tu madre me ha llamado, le avisaré que has llegado a salvo... ¿te preparo una habitación?

—¿¡Qué!? ¡No! — refutó Dareh—. Déjala que duerme en mi habitación, no pasó nada la anterior vez... porfis, mami.

La mujer intercambió una mirada de su hijo a Andrea, hasta que finalmente la depositó en la chica esperando a una respuesta para saber que debería hacer. Andrea asintió a la petición de Dareh y su madre se aseguró que estén los bastantes cómodos cuando los dejó en la habitación.

—Hijo, date una ducha antes de acostarte en la cama, no seas un mal educado con tu novia— ordenó antes de cerrar la puerta detrás de ella.

Andrea se dejó caer en la cama de Dareh con cansancio, él tomó su ropa y asomó la cabeza por la puerta para asegurarse que no haya nadie en los pasillos, se despidió de Andrea y salió corriendo lo más silencioso que pudo antes de cerrar la puerta. Andrea se tomó un momento en apreciar más la habitación, pero lo único que logró captar fue la mariposa chocando una y otra vez con el cristal de la ventana.

—Tengo suficiente cerebro como para saber que puedes traspasar ese tonto cristal.

La mariposa lo traspasó, dio varias vueltas y se convirtió en un chico casi de su misma edad, sacudió su cuerpo y ropa como si en realidad estuviera sucia.

—No sé cómo a los demás les gusta convertirse en mariposa, prefiero los gatos. — Arregló su cabello y luego la miró—. Bien, como dice el protocolo. Vengo para avisarte que te quedan pocos días para el último paso... ¿cómo era? La cabeza me da vueltas, el problema es más grande de lo que subestimamos.

La puerta se abrió de golpe y el chico volvió a convertirse en una mariposa amarilla, la cabeza de Thiago se asomó y revisó toda la habitación antes de entrar por completo. Andrea dio un último vistazo a la mariposa que revoloteaba en el techo, olvidándose que en realidad no era vista por nadie más en ese mundo.

—Mi tío acaba de irse a dormir, tiene suerte de que la tía siempre lo convence de todo— anunció Thiago—. ¿Dareh se fue a bañar? No debe tardar demasiado, siempre se da duchas rápidas. Mis tíos hablaron con tus padres, ellos creen que duermes en una habitación diferente... ¿no quieres dormir en una habitación diferente?

—Dareh está por llegar— murmuró la mariposa al oído de Andrea.

—¿Por qué no me dejas en paz? — murmuró ella, manoteando el aire con el ceño fruncido.

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora