—No olvides regresar a tiempo— murmuró la mamá—. Sin una sola gota de alcohol, sin hierba y sin acciones que podrían perjudicar dentro de nueve meses.
—¡Siete si es que sale prematuro! — exclamó Mía desde la cama.
Andrea observaba la ropa, no había estado muy convencida sobre que usar sabiendo que no le había dicho sobre que trataba el evento tan importante de él. El viernes no había aparecido en el colegio y sus padres habían justificado la falta, además de que tampoco se presentó al trabajo con la excusa de haber estado enfermo. Arregló su cabello dejándolo suelto, aunque de todas formas llevó una liga en su muñeca en caso de necesitarla.
—Lo sé— exclamó Andrea—, mamá, no ocurrirá nada malo. Solo iremos a un evento y luego nos reuniremos con unos amigos de él.
—¿Son novios? — preguntó Mía con recelo.
—Eh... no lo sé.
—¿Cómo no vas a saberlo? — refutó su madre cruzándose de brazos.
—¡Solo no lo hemos hablado!
—¡Como mamá y el Sr. Walter! — interfirió Mía.
La madre de Andrea cubrió la boca de la pequeña mientras esta se debatía entre risas para seguir hablando sobre su madre. Andrea les dio una breve mirada por el espejo y volvió a arreglar su cabello. Dos golpes en la puerta hicieron que las tres giraran hacía el sonido y salieran corriendo hacía la puerta y tomaran sus lugares hasta que la madre de Andrea abrió.
—Buenas noches— saludó Dareh—, vengo a recoger a pe... Andrea.
—No alcohol, no hierba y tiene que estar aquí las once— declaró la madre.
—Cuidaré de ella como si mi vida depende de eso... ¡Hola, Mía!
La pequeña no respondió, se aferró a la pierna de su madre para esconderse detrás.
—Adiós, mamá. Chaito, hermanita. —Andrea cruzó la puerta y se despidió una vez más con una sacudida de mano, la puerta se cerró detrás de ellos y caminaron hacía la motocicleta estacionada delante de la casa. Dareh le extendió el casco de la misma vez y Andrea tuvo que recoger su cabello que había acomodado con anticipación—. ¿No es más cómodo un auto?
—¿Y entonces que excusa pongo para que me abraces?
Rodó los ojos y subió una vez Dareh lo había hecho. Se aferraba con más fuerza cada vez que sentía un aumento de velocidad y pensaba que saldría disparada por los aires, agradecía cada vez que se chocaban con una luz roja y podía relajarse, aunque sea unos cortos segundos. Agradeció a todos los dioses existente cuando se detuvieron frente a lo que tenía una leve forma de museo, Andrea recordó haber ido con Walter y su madre unos días antes de su cumpleaños número quince como una salida familiar.
Ambos se quitaron su casco, Dareh lo entregó a un hombre que se acercaba con una ropa bastante formal. Las personas que entraban al museo iban bastante elegante a comparación de ambos. Dareh tomó la mano de Andrea para entrelazarla con la suya y entraron al lugar. Había pinturas colgadas por todas partes con diferentes tonalidades y paisajes, pasaron por cada una, y Andrea podía sentir cada emoción que transmitía cada lienzo delante de ella, hasta que se detuvo en uno en particular.
—¿Te gusta esa? — preguntó Dareh.
Observó la pintura más a fondo. Era un gato sentado frente a un columpio, y por un momento pensó que el animal dentro de la pintura le había giñado el ojo, una mariposa descendía desde una esquina. Frotó sus ojos y luego el dibujo cambió a un farol cubierto de nieve con pájaros acurrucados uno con otros.
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Metanoía.
Teen FictionAndrea se ve envuelta en un mundo nuevo con personas que ya conocía después de su cumpleaños número dieciocho, al despertar descubre que ha regresado un año en el tiempo con un ligero cambio: su vida no es como antes. Las personas que ella antes con...