Capítulo quince.

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Andrea observó con el ceño fruncido a Sara, esta volvía a estar rodeada de personas adulándola y riéndose mientras llevaba un mechón de su cabello para atrás, Andrea había recibido ya dos amonestaciones por haberse dormido en clases y casi era castigada por haber llegado tarde porque se había quedado dormida; agradecía que había sido su último día con el muñeco y que haya tenido que ser entregado apenas había llegado, porque no soportaba otro día en donde tenía que hacerse cargo de él esa semana.

—¿Por qué Andrea mira con ganas de cometer un delito? — preguntó Héctor—. Sabes que no hay un mejor futuro en las cárceles, ¿no?

—Solo está cansada, algunos no tienen la suerte de desempeñar un papel de madre ausente.

Thiago se sentó junto a los tres y extendió un paquete de galletas frente a Andrea, ella frunció más el ceño y lo alejó negando con la cabeza. Si bien ahora el dinero no era tanto problema dentro de su hogar por porque ella también aportaba, se negaba a gastarlo en cosas tan innecesarias y se saltaba el desayuno para asegurarse que Mía tenga más.

—Yo creo que debemos ir a otra fiesta— propuso Héctor.

—Nadie quiere ir a tus tontas fiestas organizas— refutó Thiago.

—No la estoy organizando yo. Escuchen, el amigo de un primo hará una fiesta de despedida porque irá a la universidad, puedo invitar a quien yo quiera y nos haremos mierda. — Héctor giró hacía donde Chiara y con ojos resplandecientes agregó—. ¿Verdad que sí, nena?

—Por primera vez no creo que sea mala idea las tonterías que suelta la boca de este animal— respondió Chiara, señalándolo con el dedo índice—. Deberíamos ir, pero no deben aparecer la tonta de Sara y su perro faldero... que desperdicio, empezaba a caerme bien.

—Debo pedir permiso primero...— murmuró Andrea.

Se había acostumbrado tanto a la idea de siempre pedir permiso y decir donde estaba, que sabía que le costaría acostumbrarse nuevamente si algún día regresaba a su vida, aunque ella esperaba que no; tenía miedo de que, si abandonaba a su familia, entonces podría caer en problemas de nuevo. Y aunque había llamado a Walter y este le había pedido disculpas porque su trabajo lo estaba ahogando, le había asegurado que si necesitaban ayuda podrían llamarlo sin excepciones.

—Entonces iré yo también— intervino Thiago—, alguien debe ser el centrado del grupo y no creo que lo haga Héctor.

El timbre sonó para el inicio de la siguiente hora de clase, todos recogieron sus cosas y caminaron para sus salones. La cabeza de Andrea daba vueltas y hacía un esfuerzo por mantenerse de pie, los pasillos empezaron a vaciarse y no se había dado cuenta que poco a poco empezó a retrasarse, apoyó su mano en una pared intentando enfocar su visión.

—Señorita, ¿se encuentra bien?

Andrea apenas pudo levantar la mirada, porque se había desplomado en el piso sin saber quién le había hablado.

...

Dareh observó el asiento vacío delante de él, no había visto a Andrea en la clase anterior y tampoco en esta, había intentado preguntarle a Chiara si sabía sobre su paradero, pero solo se había encogido de hombros y siguió hablando con Thiago y Héctor. Esperaba encontrarla en clases de arte, pero seguía sin aparecer para sentarse delante de él como todos los días, entonces la puerta se abrió de golpe y el rostro de Andrea se asomó, extendió una carta al profesor y este se detuvo a leerla.

—Puedes salir de clases cuando lo necesites, ¿de acuerdo?

Ella asintió y tomó asiento en su lugar correspondiente, sacó su cuaderno y empezó a anotar todo lo que podía con el ceño aún fruncido.

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora