Capítulo diez.

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Andrea observó el cartel delante de la tienda de malteadas, Mía estaba a su lado tratando de adivinar lo que había llamado la atención de su hermana hasta que dio con un letrero con las palabras escritas de que necesitaban personal en la gran ventana de vidrio. Intercaló una mirada entre el cartel y su hermana, preguntándose qué pasaba por la mente de Andrea. Una de las partes favoritas de Mía de la mañana cuando caminaban al colegio, era tratar de adivinar lo que pensaba Andrea, porque muchas veces solo caminaba en silencio absorta en sus propios pensamientos.

—¿Crees que me escogieran? — preguntó Andrea de golpe.

—¿Quieres trabajar ahí?

—Podría ayudar...— murmuró para sí misma.

Mía apretó la mano de Andrea con más fuerza, esos últimos días ella le había permitido tomarla de la mano mientras caminaban, cosa que le agradaba, pero en realidad le agradaba participar en todo lo que tenga que pasar tiempo con su hermana. Andrea ya no ponía tantas objeciones cuando Mía intentaba formar parte de su vida, muchas veces, la pequeña interrumpía su descanso en la habitación con la música en alto y se quedaba horas hablando sobre alguna banda que recién había conocido.

—¿Ayuda en qué? — preguntó Mía.

—Llevar dinero para ustedes... Vamos, no perdemos nada preguntando.

Mía y Andrea decidieron desviarse un poco y entrar a la tienda de malteadas, le pidió a la pequeña que ocupara una mesa vacía a la vista y se acercó al mostrador para hablar con quién parecía ser el dueño del lugar. Mía los observaba hablar y como Andrea señaló el letrero, después de algunos segundos más intercambiando palabras, ambos estrecharon su mano con una sonrisa agradable.

Ambas salieron del lugar con las manos tomadas, Mía moría de ganas por preguntarle si realmente había conseguido o no el trabajo, porque entonces ella estaría sola la mayor parte del tiempo y sabía que no podría pasar tanto tiempo juntas porque llegaría cansada de trabajar, eso era algo que había aprendido gracias a su madre, que las únicas horas donde tenía libre era en las tardes, que terminaba de cocinar el almuerzo y entonces caía en el mundo del sueño profundamente.

—Debo encontrar a Walter, puedo trabajar mientras siga aquí... podría alargar un poco los días y aplazar el salir...

Andrea no paraba de murmurar cosas que Mía no podía entender con exactitud, intentaba hacerlo, pero cada que analizaba una, ella decía otras veinte que parecían no tener sentido entre ellas hasta que se detuvo de golpe. Tomó por los hombros a la pequeña y se acuclilló para quedar a la misma altura, le sonreía con amabilidad no fingida y Mía tuvo el leve presentimiento que se acercaban cosas malas.

—Debes prometerme que si un día cambio mi actitud te esforzarás para ganar una beca en un colegio, debes ir a la universidad Mía y conseguir un buen empleo, solo así podrás ayudar a mamá...

Era la primera vez que Mía escuchaba a Andrea referirse a su madre como suya, normalmente siempre se refería a ella como si realmente no fuera su hija y ella su hermana, pero en ese último mes había cambiado su trato, en especial hacía la pequeña que asentía ante la petición de la mayor.

—¿Te alejarás de nosotros? — preguntó Mía.

—¿Qué?

—Cuando estudiabas para conseguir la beca, tú lo dijiste... Dijiste que esperabas ganarla para entrar a una buena universidad y nunca más tener que verme. ¿Hice algo malo?

—¡No, no! ¡Por supuesto que no! Yo... lo que haya dicho antes del primer día de clases... debí estar estresada, no las dejaría solas, no ahora. Yo... haré todo lo posible para asegurarme que estén bien cuando me vaya, ¿de acuerdo? — Andrea acariciaba la cabeza de la pequeña intentando reconfortarla. —No dejaré que nada malo les ocurra.

Las palabras de Andrea no tranquilizaron a la pequeña, incluso hicieron el efecto contrario de lo que pretendía. Se sentía como una despedida, Mía sentía que de alguna forma su hermana la estaba abandonando y no volvería jamás, y aunque intentaba correr para alcanzarla, ella ya se había marchado hace mucho sin darse cuenta.

...

—¡Lo hiciste! — exclamó Chiara dejando caer su palma abierta en la espalda de Andrea—. ¡Estás en la boca de todos!

—¿De qué hablas?

—¡Chica, desde que hablas a menudo con Thiago eres popular! ¡Lo lograste!

Andrea envolvió una tira de su cabello con nerviosismo. Había estado evitando los murmullos y a Thiago, aunque había consultado a la libreta para buscar una manera de quedarse más tiempo y posponer su objetivo, lo único que salían eran hoja tras hoja en blanco. Se había decidido la noche anterior mientras veía a Mía dormir, no quería dejarlas a su suerte cuando— de manera inevitable— se había encariñado terriblemente a la compañía de la pequeña enérgica, no podía irse y fingir que no le inquietaba saber si realmente su yo de ese mundo sería lo suficiente para cuidarla como era debido.

—¿Ahora qué? ¡Cambias más rápido de parecer que de calzones!

—Es solo que... ¿realmente me crees cuando te digo que no soy aquí?

—Así que digas creer de creer... no.

Andrea soltó un bufido de frustración. Se había aferrado al plan con ayuda de Chiara porque creía que tomaba seriedad en el asunto, pero ahora que tenía la popularidad a tan poca distancia y a Thiago prácticamente en su mano se sentía demasiado culpable de dejar a los demás atrás. ¿Qué de bueno había en su anterior vida como para dejar la que tiene ahora? ¿Por qué tenía que irse ahora que prefería quedarse por un tiempo más?

—¿Ahora que hago? ¿Cómo revierto todo esto? — preguntó Andrea—. ¡Chiara, estoy perdiendo la compostura! ¡No sé qué hacer... y por alguna extraña razón me gusta este sentimiento!

Andrea no tenía que fingir ser perfecta en ese mundo, no tenía que fingir que en realidad le interesaba las reuniones de la empresa de su madre, no tenía que fingir el tener todo bajo control, no tenía que fingir que en realidad no le importaba que su madre no le preguntara por una vez en su vida como le fue en el día, o dónde iría a salir, o se preocupara dónde estaba incluso con el toque de queda. Ahora que lo tenía, no quería dejarlo ir tan fácil.

—¿No funcionaría el efecto contrario? Sí dices que necesitas retomar tu vida anterior... ¿por qué no haces todo lo contrario a lo que tenías antes?

Andrea iba a replicarle a Chiara de la poca ayuda que era, pero luego cerró la boca analizando la idea de su amiga. No era mala, en realidad era más que perfecta la idea que acababa de dar, tenía sentido al menos en el cerebro de ella. El efecto contrario, solo tenía que ejercer el efecto contrario para así quedarse el tiempo necesario, pero ¿cómo hacerlo?

—¿Cómo lo hago?

—¿Por qué no te buscas un inadaptado por ahí y lo haces tu amigo?

—¡Pequeña A!

Dareh giró la silla y se sentó con una gran sonrisa en el rostro, tenía las manos apoyadas en el respaldar, tomó un sorbo del jugo de Chiara y soltó una mueca de disgusto. Para Andrea, no había mejor salvación que el que estaba delante, como si la libreta había estado escuchando sus rezos y mandó a la persona indicada para el trabajo.

—Escucha, sé qué me porté un poco idiota, pero el ignorarme por varios días... eso es inhumano. Lo que intento decir es...

—Acepto el trato.

—¿Qué?

Chiara tomó el jugo sin quitarle la vista a los dos.

—Acepto el trato... haz que me enamore de ti.

Dareh se inclinó más hacía adelante, intrigado por saber la razón de su repentina aceptación de una propuesta que él creía caducada, pero que sin duda no se iba a negar en aceptarla también. Había ido hasta donde ella intentando pedir disculpas para dejar de ser ignorado, necesitaba ser escuchado por ella para dar los pasos necesarios en su venganza con su primo, que incluso el bebé recién nacido podía notar que estaba genuinamente interesado por Andrea. Sonrió de lado y estiró su mano esperando a que ella lo estrechara, una vez hecho eso, no iba a haber vuelta atrás. Entonces, con algo de duda por un plan no elaborado y con la lista adecuada de pros y contras, Andrea estrechó la mano de Dareh para darle comienzo a lo que sería el camino correcto a la salida. 

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora