Capítulo siete.

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El pincel cayó sobre el lienzo en blanco, Andrea no encontraba la razón en tener que pintar líneas de colores en el orden que ella podía escoger, le parecía estúpido tener que gastar su tiempo sabiendo que podía estar en casa y rebuscar en la habitación para encontrar algo. Mía estaba sentada en una esquina del salón de clases que había sido prestado para Dareh, bebía del jugo que había comprado Andrea para ella junto a una funda de papas para que soportara un poco el hambre hasta volver a casa.

—Esto es pésimo— refutó Dareh—, definitivamente un ciego tiene mejor vista que tú en el arte.

—Qué suerte que no me quiero dedicar a esto.

Dareh arrastró una silla para sentarse a su lado, examinó las líneas uniformes en el lienzo y negó con la cabeza con decepción. Los colores apenas combinaban y las líneas no formaban ningún tipo de relación entre ellas, ante los ojos de él, era un simple desastre andante y no le sorprendía que en realidad estuviera a punto de reprobar la materia.

—Sigue pintando, te prepararé algo más— anunció, levantándose de su asiento para dirigirse al closet donde guardan los demás materiales. —¿Por qué te gusta Thiago?

—A ti que te importa.

—No lo negaste, ¿siempre estás a la defensiva o solo me detestas?

—Tal vez sean las dos.

Andrea había dejado de prestar atención a lo que intentaba pintar y se había enfocado más en la conversación junto a Dareh, su mano se movía por inercia mientras sacaba y metía el pincel en los diferentes tarros de pinturas.

—No respondiste a mi pregunta, ¿por qué te gusta?

A Dareh le intrigaba la respuesta luego de la propuesta que le había hecho Andrea en el estacionamiento. Necesitaba saber porque todos siempre terminaban eligiendo a Thiago por sobre él, necesitaba saber qué era lo que él tenía que siempre faltaba en su personalidad, porque después de todos vivían bajo el mismo techo y habían tenido casi las mismas experiencias de vida, pero seguía sin comprender en que punto de la vida se había hecho tan diferentes hasta tomar caminos separados.

Antes, Thiago y Dareh eran inseparables, iban de arriba abajo en todas las vacaciones. Eran hijos únicos, por lo que su compañía se consideraba lo más cercano a un hermano y mejores amigos a la vez, la noticia de que iban a estudiar en el mismo colegio había alegrado a Dareh y planeaba enseñarle todas las cosas posibles para adaptarlo al lugar, pero entonces, había cometido la mayor traición que se podía presentar en su vida.

Toda su vida habían sido comparados, los adultos nunca dejaban de mencionar la lista interminable de halagos hacía a Thiago, mientras menospreciaban los esfuerzos que hacía Dareh por alcanzarlo, al principio ambos lo habían pasado por alto, hasta que poco a poco, el aire se había vuelto cada vez más incómodo e insostenible. No paraba de escuchar replicas. "Deberías prestar más atención a tus estudios como Thiago." "Deberías compórtate mejor como tu primo." "Thiago ha madurado, ¿Cuándo lo harás tú?"

—No me gusta, solo... es atractivo— mintió—. ¿Qué hay con Sara? He visto como la miras, ¿te gusta?

—Fuimos pareja, pero eso se acabó... ya no me gusta.

—¡Claro, y me decías ciega! Es claro que te gusta, no me intentes verme la cara de idiota.

Él se encogió de hombros, intentaba restarle importancia al asunto para no tener que hablar sobre el tema. Tomo varias hojas y diferentes tipos de lápices, repasaría con Andrea el tema de sombreado porque sabía que ese sería la próxima clase con el profesor, se dejó caer nuevamente sobre el asiento y observó el lienzo con ahora más colores.

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora