Capítulo veintiuno.

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El piso debajo de Andrea desapareció, se encontraba flotando en una habitación oscura mientras intentaba mantener el equilibrio, hace unos pocos segundos había estado en el auto de Dareh con Mía para dejarle algo de tiempo libre a su madre y Walter un fin de semana, pero no recordaba cómo había llegado allí. Intentó aletear con sus brazos, pero eso solo la hizo girar varías veces.

—Siempre es difícil las primeras veces para los humanos.

Andrea buscó de donde había salido la voz, delante de ella estaba una chica rubia sentada con los pies cruzados y una taza de té flotando delante.

—¿Dónde estoy?

—Es un sueño, no creo que sea buena idea poseer un cuerpo sabiendo que eres un poco... volátil.

—No soy volátil.

—Ajá, sí. Intentaste... No, literalmente nos tiraste por el retrete.

Andrea rodó los ojos, la chica delante de ella hizo desaparecer la taza con un chasquido rápido y se puso de pie sin perder el equilibrio. El escenario cambió a un jardín que reconoció Andrea de inmediato, ella cayó al suelo golpeándose la espalda contra el césped y se puso de pie en un intento. Una persona traspasó su cuerpo dejándole un escalofrío, esta parecía vestida muy elegante y entró a la gran casa delante de ellas.

—¿Dónde estamos? — preguntó Andrea—. ¿Es mi casa?

La muchacha delante de ella no respondió y siguió adelante para traspasar la puerta que estaba cerrada, Andrea la siguió deprisa y también la traspasó sin intentar si quiera abrirla. Dentro había más personas de las que ya se había acostumbrado a presenciar, todos tenían atuendos bastante elegantes mientras sostenían copas de vinos en su mano y charlaban educadamente.

Andrea logró verse a sí mismo cuando tenía apenas quince años, jugaba con una copa vacía que antes tenía agua, apenas le dirigía la mirada a los invitados que pasaban junto a ella e ignoraba lo mejor que podía cuando intentaban presentar a los hijos de algún socio cercano. La madre la reprendió desde la otra esquina con una severa mirada, la mujer caminaba con el mentón en alto mientras se detenía cada tanto a saludar a sus invitados, hasta que chocó con un hombre en medio camino.

Andrea supo que ese fue el instante en que su madre y Walter se conocieron para dar paso a su romance, la chica observaba cada expresión de Andrea como si intentara escarbar en lo más profundo de su mente para saber sus verdaderos sentimientos. Andrea apartó la mirada de su madre, sintiéndose culpable de todo ese tiempo haber rechazado a Walter cuando nunca había hecho nada malo contra ellas.

—¿Por qué alejabas a Walter, Andrea?

—No lo sé.

—¿No lo sabes?

—Solo... no lo quería en mi vida.

El escenario volvió a cambiar bruscamente, un mareo se formó en su estómago e intentaba no vomitar una vez sus ojos se acostumbraron a lo que la rodeaba. También había reconocido el recuerdo, fue cuando había discutido con Chiara hace dos años, Sara intentaba animarla enseñándole el nuevo maquillaje que había comprado para una reunión de su padre, luego su hermano las iría a recoger para que pasara el resto de la tarde en su casa.

—¿Por qué me enseñas esto? — preguntó Andrea.

—¿No tienes curiosidad de saber la razón por la que Chiara te detesta tanto?

No espero a que Andrea asintiera para cambiar el recuerdo, de repente ya estaban en el pasillo del colegio observando como Sara introducía un papel doblado al casillero de Chiara con las manos temblorosas y luego salió corriendo mientras miraba a todos lados asustadiza. Chiara había ido a buscar cosas a su casillero minutos después y observó el papel que descansaba sobre sus libros.

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora