Metanoía.

Capítulo veintidós.

Andrea movía los pies en el aire mientras tenía su mirada fija en la libreta. Héctor le explicaba a Chiara y Thiago la jugada que practicarían para esa tarde, mientras Chiara asentía con cada pase que explicaba, Thiago jugaba perezosamente con el cabello de Andrea y soltaba uno que otro bostezo.

—Siento que se me olvida algo...— murmuró Thiago—. ¿Saben que día es hoy?

Chiara se encogió de hombros sin apartar la vista de la hoja de Héctor, Thiago revisó el calendario de su celular mientras intentaba recordar que era lo que se le había olvidado para ese día y que le resultaba tan importante. Andrea seguía pensando en la forma de liberarse de la libreta, lo había hecho varias veces a lo largo de esas semanas, pero siempre terminaba volviendo a alguna parte de su maleta o habitación sin previo aviso.

Dareh entró a la cafetería junto a Sara, ambos tomaron asiento en la mesa con los demás. Dareh se hizo espacio entre Thiago y Andrea de mala gana, mientras que Sara pensó que la mejor opción era sentarse entre Héctor y Thiago para no incomodar a Chiara; creía que era suficiente para ella el que tenga que compartir la cama todas las noches. Dareh dejó un beso en la coronilla de Andrea y esperó a que ella dijera algo, pero apenas había notado su presencia mientras seguía pasando hoja tras hoja de la libreta que tenía en mano.

—¿Qué es tan importante en la libreta? — preguntó Dareh—. ¿Sabes qué día es hoy?

—El mismo que el año pasado, supongo— respondió encogiéndose de hombros.

—¿No tienes ideas de que día es hoy?

—¿Había tarea? Thiago, préstame la tuya para copiarla— exclamó—. Espera, ¿para qué hora es? La puedo copiar en clases.

—Hoy no hay nada que entregar— respondió Thiago—. ¿Había algo que entregar, Sarita?

Ella negó con la cabeza, aunque sabía que era lo que tenía tan hiperactivo a Dareh. La sonrisa de este se desdibujó cuando Andrea volvió a concentrarse en la libreta, un puchero se formó en su labios e intercambió una rápida mirada con Sara, ella se encogió de hombros y empezó a hablar con Thiago sobre las jugadas que explicaba Héctor. Andrea tenía mejores cosas en que pensar, como en que parte de la ciudad realizaban brujería y cuánto podría costarle el que la ayudaran a deshacerse de la libreta de una vez por todas.

—¿Qué planes tiene para hoy? — preguntó Sara en un intento de ayudar a Dareh con Andrea.

—Algunos seguimos castigados— refutó Chiara—. Mamá sigue insistiendo en traernos a las dos y llevarnos a casa después de clases.

Aparte de compartir cama y habitación, Sara y Chiara tenían que compartir las horas de auto cuando tenía que ir a casa y colegio. Y aunque el hermano de Sara había intentado regresarla a casa a la fuerza, la orden de alejamiento había impedido que se acercara como para que apenas pueda pasar el jardín de la casa.

—Podemos mentir a donde vamos— insistió Sara.

—¿Por qué es tan importante salir esta noche? — preguntó Andrea.

Sara frunció el ceño y luego observo a Dareh, este estaba distraído en sus propios pensamientos de saber que Andrea no se había acordado de su cumpleaños. Él amaba celebrar sus cumpleaños, y cada año, siempre estaba con las personas que más quería y sentía que era el mejor día del mundo; saber que Andrea no recordaba algo tan importante para él no le sentaba nada bien. Andrea había notado el repentino cambio de ánimo en él, golpeó su rodilla con la suya para intentar llamar su atención, pero decidió ignorarla.

La campana para la siguiente clase sonó, todos tomaron sus cosas para dirigirse lo más deprisa y tratar de no chocarse con el tráfico de estudiantes en el pasillo que se formaban porque todos se levantaban demasiado tarde. Entraron al salón de clases y cada uno tomó su asiento, Dareh tomó el suyo detrás de Andrea y fijó su mirada en la ventana. Ella giró para apoyar su mano sobre el brazo de él encima de la mesa.