Epílogo.

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—¿Ese es el gran final? — pregunta Aiden—. ¿No más? ¿Cómo sé que sucedió con Dareh y Andrea?

—¿No es un final feliz?

—¡Lo es, solo que...! Estoy muy nerviosa, ¿qué tal si no corro con la misma suerte que Andrea?

Los ojos de Aiden empiezan a brillar, sus desesperación sale por cada poro de su cuerpo e intenta controlarse jugueteando con sus dedos, está nerviosa por salir al mundo real, y yo estoy nervioso por también dejarla ir. Chasqueo mis dedos para levantarla en el aire e intentar sacarle una sonrisa, al principio pierde el equilibrio, pero luego logra controlarlo y su preocupación se disipa.

—Tendrás la misma suerte.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque jamás dejaría que te ocurra nada malo.

Mis palabras parecen tranquilizarla más de lo que había podido creer. Sus pies empiezan a bajar lentamente hasta que finalmente tocan el suelo en el espacio negro que nos rodea, no me quita sus grandes ojos de encima y sé que voy a extrañar su mirada más de lo que se supone que debo admitir. Estoy en problemas, en graves problemas.

—¿Lo prometes? — pregunta.

—Lo prometo.

Estiro mi mano, ansioso por sentir la mano de Aiden sobre la mía sin necesidad de poseer un cuerpo; observa mi mano y luego vuelve su mirada a mí. Sé que estoy completamente perdido cuando de mis labios no sale la pregunta correcta al protocolo, pero para ser sincero, he dejado de seguir el protocolo con Aiden desde hace ya mucho tiempo.

—¿Deseas regresar a tu mundo, Aiden?

Su sonrisa se ensancha sobre su rostro, toma mi mano y dejo que todo su calor humano invada mi cuerpo, y por primera vez me pregunto si tal vez mis manos no están demasiados frías para lo que están acostumbrados ellos.

—El último paso está completado. Felicidades, Aiden, es tiempo de regresar. 

Metanoía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora