Andrea se despidió de Mía y la observó entrar a su colegio, dio media vuelta y miró a ambos lados antes de cruzar la calle para también ingresar al suyo, ambas chicas estaban contentas porque Walter había dejado un regalo frente a su casa en modo de disculpas por haber tardado tanto en llamar, y aseguraba que en cuanto todo se haya resuelto, llamaría sin dudarlo. Él había hablado con Andrea previamente para asegurarse de enviar los obsequios adecuados y no cometer algún error; a Mía le llegó una nueva enciclopedia de plantas que ya llevaba la mitad de leída, para su madre había mandado un vestido que la hacía ver mucho más joven y menos cansada, y Andrea había asegurado que lo único que quería era una promesa que hablaría con su madre apenas pueda.
—Oye, pequeña A.
Andrea soltó el aire ruidosamente, habría sido un buen inicio del lunes si no habría encontrado a Dareh apenas ingresaba a su colegio.
—¿Por qué me dices de esa forma?
—Eres pequeña, como una linda pulguita.
—No, tengo el tamaño promedio de una mujer, tú eres demasiado alto.
Se encogió de hombros y caminó de espaldas para poder verla frente a frente, parecía más animado que de costumbre y su cabello caía perfecto sobre su frente, como si él lo había puesto de esa forma apropósito.
—¿Qué?
—¿No recuerdas nada del sábado?
—Lo único que recuerdo fue tener mi primer vaso en mano, luego mi madre me regañaba en la mañana y me prohibía más fiestas. ¿Cómo sabes que fui de fiesta el sábado?
—Un pajarito me lo dijo.
—¿Finalmente te volviste loco que ya hablas con animales? Espera... yo hablé con un gato... ¿era un gato realmente?
Ambos entraron al salón de clases y ocuparon sus asientos, uno delante del otro. El profesor de arte había llegado puntual por primera vez en todas las clases y Dareh lo había detestado después de tantos años recibiendo clases con él, intentaba llamar la atención de Andrea de todas las maneras posibles, pero cuando ella giraba para saber qué era lo que quería, se quedaba sin habla y su mente se ponía en blanco y ella volvía su atención a clases.
Un papel cayó delante del asiento de Dareh, en cuanto lo abrió, reconoció la letra de Sara en el pedazo de hoja: "¿Qué crees que haces? ¡No te comportes como un niño delante de Andrea!" Volteó su mirada hacía Sara, que lo estaba regañando con la mirada luego de haber visto sus intentos fallidos. Tomó un bolígrafo y empezó a escribir debajo del mensaje: "¿Y qué se supone que le diga?
Esperó hasta que el profesor se girara para tirar el papel y que cayera sobre la mesa de Sara, este rebotó un poco y terminó en el suelo, pero ella lo tomó lo más rápido que pudo y lo abrió para leer lo que había escrito en él. Golpeó su frente mientras negaba con la cabeza, sabía que era un descerebrado al coquetear y que siempre terminaba poniéndose nervioso, lo que le parecía ilógico porque siempre había sido coqueto sin intentarlo. "¡Invítala a salir! También puede invitar a su hermanita"
—Profesor...
Sara bajó deprisa la mano junto al papel cuando Andrea se levantó de su asiento mientras llamaba al maestro, ambos fingieron que en realidad no estaban compartiendo notas y miraban su cuaderno vacío y llenos de garabatos.
—¿Puedo ir a la enfermería?
Antes de que Dareh haya podido levantarse para ayudarla, Andrea se desplomó en el suelo, él se levantó enseguida para levantarla y asegurarse que no se haya golpeado la cabeza. El profesor le pidió que la llevara a la enfermería, y aunque de todas formas lo habría hecho, la cargó en su brazos con ayuda de Sara para salir del salón en busca de la enfermera. Cuando se detuvo frente a enfermería, empujó la puerta con su pie y dejó a Andrea en la camilla vacía para dejar que la enfermera se acerque. Revisó a Andrea y le hacía una que otra pregunta a Dareh, se negaba a dejarla sola sin saber cuál era la razón por la que se había desmayado.
—Es anemia, no es la primera vez que se desmaya.
—¿No lo es?
—No, tuvo suerte de que haya pasado por los pasillos cuando la vi desplomarse. Llamaré a su madre a ver si puedo hablar con ella sobre el problema, permiso.
La enfermera salió de la pequeña habitación, Dareh tomó asiento en una silla vacía que había encontrado, observó a Andrea aún inconsciente culpándose por no haberse dado cuenta antes, después de todo, casi nunca la había visto comer como era debido. Revisó su celular para matar un poco el tiempo, de nada iba a servirle preocuparse o lamentarse de algo que ya había sucedido, revisó sus mensajes y notó uno que no le llegaba hace mucho; era Thiago.
"Llamé al celular de su madre, no responderá nadie en casa, dile a la enfermera". El mensaje acababa ahí, leyó el mensaje una y otra vez con enfado, no podía creer como él podía tener contacto con la madre de Andrea en tan poco tiempo mientras él apenas había intercambiado número con ella hace unas cuantas semanas. No le planeaba responder, y tampoco iba a decirle que había leído el mensaje, así que solo lo eliminó fingiendo que nunca llegó.
Después de los minutos más largo de su vida, la puerta se abrió de golpe dejando ver el rostro de una señora que Dareh reconoció al principio por las veces que iba a recoger a Mía, este se levantó sobresaltado para saludarla e invitarla a sentarse para esperar a la enfermera, pero la mujer pasó por alto todas las palabras del muchacho y corrió hacía su hija. La puerta había vuelto a abrir, Thiago entraba junto a la enfermera mientras hablaban, y en cuanto vio a la madre de Andrea, este corrió a saludarla.
—¡Me alegro por fin conocerla! — exclamó Thiago—. Soy Thiago, amigo de Andrea.
—¡Mi hija me ha hablado mucho de ti!
Dareh carraspeó intentando llamar la atención, pero solo su primo posó su mirada en él, este intentaba hacer que lo presentara, pero solo lo hizo después de haberle insistido varias veces.
—Este es Dareh, también es amigo de Andrea.
La mujer lo escaneó con la mirada, a diferencia de cuando Thiago se había presentado, esta no mostraba ni una sola emoción.
—Mi hija nunca me ha hablado de ti.
—Basta, mamá, los vas a poner nerviosos.
Todos giraron hacía donde Andrea que acababa de levantarse, y en lugar de que lo primero que la reciba sea un abrazo, los manotazos de su madre caían en su espalda uno tras otro mientras la regañaba por no haberle comentado antes su estado de salud.
—Mía es una tragona, ese es el problema— bromeó Andrea—. Estoy bien, en serio, no necesito nada.
Mientras la madre y la enfermera se alejaron un poco para poder hablar con más privacidad, Andrea había vuelto a recostarse en la camilla soltando un suspiro, Thiago se había ofrecido en salir a por algo de comer mucho más rápido que Dareh. Andrea observaba la ventana abierta que estaba por encima de su cabeza cuando una mariposa azul se había posado en el marco, tenía pequeñas manchas amarillas y abría sus alas con cada pestañeo que daba ella, levantó su mano y la mariposa voló hasta posarse en su dedo índice.
—Casi me caías bien, solo por unos segundos...— murmuró—. Te voy a detestar por el resto de mi vida si sigues poniendo todo en mi contra.
—¿Ya te volviste loca, pequeña A?
Andrea giró la cabeza hacía donde Dareh, la mariposa emprendió su vuelo y volvió a posarse en el marco de la ventana.
—Solo detesto las mariposas
—¿Cómo a tu padre?
Andrea sonrió con debilidad.
—No sé de qué hablas, ¿por qué odiaría a mi padre?
ESTÁS LEYENDO
Metanoía.
Teen FictionAndrea se ve envuelta en un mundo nuevo con personas que ya conocía después de su cumpleaños número dieciocho, al despertar descubre que ha regresado un año en el tiempo con un ligero cambio: su vida no es como antes. Las personas que ella antes con...