—¿Estás triste porque se irá? — preguntó Andrea.
Dareh le había contado al final de clases la noticia que había recibido de Sara, Mía sería recogida por Walter y luego irían a ver a su madre al trabajo para dejarlas en su casa, Dareh se había ofrecido en acompañarla en todo el trayecto al trabajo caminando junto a ella, en especial porque no tenía otra manera de transportarse hasta que su padre pasara por él al trabajo.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a que... Sara te gusta, ¿no? Todo chico estaría triste si la chica que le gusta se va.
—¿Cómo es posible que hayas llegado a esa conclusión?
Andrea se encogió de hombros, durante todas las horas clases había llegado a la conclusión que Dareh solo estaba jugando, que por alguna extraño razón el Dareh del nuevo mundo solo era un coqueto sin remedio porque Sara lo había rechazado muchas veces, aunque no sabía por qué. Se había convencido a si misma que no era sano encariñarse con él y que tenía que ser fuerte para no dejarse llevar.
—¿A qué universidad irás? ¿Qué hay de Chiara? ¿No estás triste de su despedida?
—Trato de no encariñarme con nadie.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo a que te abandonen? — bromeó Dareh.
Andrea se tomó unos segundos, no muy decidida de su respuesta, pero de todas formas faltaban cerca de tres meses para que acabara el año lectivo y se alejara de todos para empezar en una nueva universidad, ¿qué había de malo en ser sincera?
—Sí... sí me encariño con alguien entonces me dolerá cuando se vaya.
Parpadeó varias veces, le causaba mucha curiosidad cual era la razón del rechazo de Andrea en crear relaciones más duraderas, que la empujaba a esconder todos sus sentimientos como si fueran los tesoros más preciosos que había tenido en su vida, tan alerta ante cualquier intruso que se atrevía a tan solo dar una pequeña mirada al secreto.
—Espera aquí, tengo algo para ti— exclamó Dareh—. No te vayas sin mí, pequeña A.
Andrea se plantó en la puerta principal del colegio, todo ya estaba vacío porque los alumnos acostumbraban a salir corriendo apenas tocaba el timbre de salida, salían despavoridos y sin intención de mirar atrás de nuevo para el terror, observaba por el pasillos para verificar si podía ver a Dareh por alguna parte, pero se estaba tardando demasiado y la paciencia nunca había sido una virtud en Andrea.
Un movimiento por el rabillo del ojo había captado su atención. Sara estaba a unos metros más alejada de ella mientras tenía la mirada clavada en el suelo, el hombre que apenas podía verle su rostro agitaba los brazos con histeria poco disimulada pero apenas levantaba la voz para poder escuchar lo que decía, hasta que Sara se hizo a un lado y reconoció el rostro de su hermano.
Miró nuevamente al interior del colegio por los pasillos, intentaba no pensar demasiado en eso, pero el recuerdo del baño la había invadido y sin darse cuenta, se había acercado a Sara para rodearla con su brazo y una de las sonrisa más amigable que pudo haber puesto en ese momento. Sara levantó la mirada con sorpresa y Andrea no pudo captar si era alivio o temor lo que brillaba en sus ojos.
—¿Quién se supone que eres tú? — preguntó Mateo con desdén.
—¿Quién es él, Sarita? — preguntó Andrea, pasando por alto la pregunta tan poco amigable que le había soltado.
Sara intercambiaba la mirada entre ella y su hermano, su cuerpo temblaba y su espalda estaba tan tensa que pensó que le daría un calambre en cualquier momento, se secaba las palmas cada tanto en la falda de su uniforme y movía su cabello evitando el contacto visual.
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Metanoía.
Teen FictionAndrea se ve envuelta en un mundo nuevo con personas que ya conocía después de su cumpleaños número dieciocho, al despertar descubre que ha regresado un año en el tiempo con un ligero cambio: su vida no es como antes. Las personas que ella antes con...