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Mick suspiró, tenía bastante rato que lewis había ido al baño y no había regresado, pero tampoco se atrevía a enviarle mensaje, no quería ser un intenso.

Tal vez lo mejor sería abandonar aquel lugar, después de todo no se sentía cómodo, pero, ¿qué pensaría Lewis de él si lo abandonaba ahí?

O tal vez Lewis decidió irse sin decirle nada.

El rubio decidió levantarse de aquel asiento, con su botella de agua en manos. Max varias veces le había recordado que nunca dejara su botella de agua o alguna bebida sola, pues podrían ponerle algo para perjudicarle.

―Dios, apestan a alcohol.

Mencionó escabulléndose por en medio de toda la gente, aquellos lugares definitivamente no eran lo suyo.

―Oh, lo siento.―Mencionó al sentir que había pisado un pie, además del quejido de otra persona.

―No te preocupes.―Aquella voz mencionó y el rubio elevó su rostro, encontrándose con un chico de mirada dulce y sonrisa amigable.

―Fue mi culpa, debí de ver por donde iba, a decir verdad este tipo de lugares no son lo mío.

Mencionó con nerviosismo.

―Se nota.―La mirada de Mick hizo que el chico formara una mueca de arrepentimiento.―No fue lo que quise decir, digo, es que no luces como alguien que frecuente estos lugares.

―Entiendo.

―Tampoco soy de estar en estos lugares, me llamo Arthur, mucho gusto.―El chico de cabellos cafés ligeramente claros dejó su trago y le tendió la mano.

―Mick.―Respondió correspondiendo al saludo.

―Bueno, Mick, veo que estás buscando a alguien.―Mencionó observando hacia todos lados.

―Es mi...amigo.―Dolió más de lo que pensó.―Pero creo que ya se fue, no lo encuentro por ningún lado y llevo ya bastante tiempo buscándolo.

―Dios, ese amigo tuyo es un idiota.

―Tienes razón, en fin, lo ideal es que me vaya, no estoy acostumbrado a estar entre tanta gente que huele a alcohol.―El rubio mencionó.―Nos vemos, Arthur.

Metió sus manos en su chamarra, aceptar que Hamilton se había ido sin decirle nada le dolió mucho, pero vamos, lance se lo había advertido.

Y hablando de lance, lo mejor sería llamarle.

Revisó sus bolsas, limpió sus lágrimas y sorbió su nariz, buscó su teléfono en todos lados y no lo encontró.

―Dónde te dejé.―Murmuró buscando nuevamente su teléfono, Max lo regañaría bastante, se fue de aquella comida con la familia de los vecinos y además se había desaparecido toda la tarde.

―¡Oye!―Aquella voz con acento francés que pretendía hablar inglés a la perfección.―Mick.

El rubio se giró, encontrándose nuevamente al chico del bar.

―Tu teléfono se cayó de tu suéter, toma.―Mencionó dándole el teléfono.

―Muchas gracias.

―¿Puedo acompañarte?―Mick elevó una de sus cejas.―Bueno, es que esta ciudad es peligrosa.

―¿cómo puede un extranjero saberlo?

―Me atrapaste, yo también me iré a casa y tengo la esperanza de que vayamos por el mismo lugar, además, si nos asaltan te dejo como sacrificio y me voy.

Mick se cruzó de brazos y observó al chico con una ceja elevada.

―Era broma.

―Muy bien, francés.―El rubio mencionó comenzando a caminar.―Andando.

El chico del apartamento 512 (chestappen's version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora