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―Creí que te gustaban las películas de terror.―Susurró el monegasco mientras veía al rubio a su lado.

El rubio suspiró alejando las palomitas del frente de su rostro.―Si me gustan, pero eso no quita que tenga miedo.

―Bueno, una excusa para abrazarte.―Arthur pasó su brazo por encima de los hombros del rubio, atrayéndolo hacia su propio cuerpo.―Además, ya nadie viene al cine a ver el conjuro.―Mencionó llevando unas cuantas palomitas a su boca.

―Eres un.―Antes de que pudiera decir algo, un grito se escuchó en toda la sala, provocando que el rubio saltara un poco y se acercara al castaño para "esconderse" en su pecho.

El monegasco soltó una risita, comenzando a acariciar los suaves cabellos rubios del chico.

―Ven, vámonos.

―Pero la función aún no termina, además gastaste mucho dinero.

―El dinero me da igual, Mick.―Arthur se levantó del asiento.―¿vienes conmigo o prefieres que la monja venga y te abrace mientras Lorraine intenta saber qué es ese ente?

―No juegues con eso Arthur.―El rubio se levantó del asiento y tomó la cálida mano del castaño.―Vámonos.

El monegasco asintió, comenzando a caminar jalando de la mano con cuidado al chico hasta salir de la sala.

―Honestamente pensé que daría más miedo.

―Ya lo sé.―El rubio mencionó frunciendo sus labios ligeramente.―¿Qué me miras?

―Oye, luces lindo haciendo ese gesto.―Mencionó apartando su mirada del más bajo.―Fácilmente te dedicaría gorgeous.

―Con Taylor no.

―Bien, pon tus reglas.

―Nada de intentarlo con canciones de Taylor, Arthur. Además, sólo estás jugando y las canciones de la rubia son sagradas.―El rubio se abrazó a sí mismo en cuanto salieron del cine, sintiendo la fría brisa del atardecer golpear su pálida piel.―Vayamos a casa, tengo que estudiar para mi examen.

El castaño elevó una de sus cejas, se quito su suéter y lo colocó encima de los hombros de mick, provocando que este sintiera su piel erizarse cuando escuchó la voz del monegasco en su oído.

―Primero, no estoy jugando mick.―Susurró bastante cerca del oído del rubio.―Y segundo, ya te dije que yo te puedo enseñar, soy un genio en las matemáticas.―Se alejó del más bajo con esa maldita sonrisa que le caracterizaba.―Pero antes vayamos por un helado, los que probamos ayer estaban riquísimos.

―Gracias por el abrigo.―Susurró el más bajo, comenzando a caminar junto al monegasco.

La plaza donde habían tomado un helado no estaba tan lejos, así que llegaron caminando perfectamente, la lluvia había parado y ahora sólo habían charcos de agua en el suelo, aún estaba nublado y hacía frío, pero la mano de Arthur seguía siendo cálida.

―¿A qué te referías con gorgeous?―Preguntó el rubio mientras seguía el paso del monegasco.

Sonrió, deteniéndose unos segundos.―Ojos azules del océano mirando en los míos, siento que podría hundirme, ahogarme y morir.

Las mejillas de mick estallaron en un rojo carmín, desde que conoció al monegasco, este no ha hecho más que hacerle sonrojar con cada cosa linda que decía sobre él.

―Vayamos por tu helado.―Carraspeó, evitando el tema, mientras que el monegasco le veía con esa maldita sonrisa.

―Está bien, pero antes de que te des cuenta vas a estar enamorado de mi y yo estaré encantado con eso.―Comenzó a caminar, jalando al rubio con cuidado.―Para enero seremos novios.

El chico del apartamento 512 (chestappen's version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora