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Sergio estuvo sentado en medio de la cama con Patricio entre sus brazos, el pequeño sólo veía curioso a su papá, había estado llorando durante todo ese rato que llegó a un punto en el que sólo se quedó viendo a la nada, de incógnito.

Ya no habían lágrimas, no es que dejara de llorar, es que ya no podía llorar más y su mente estaba en blanco; aunque las horrendas nauseas no tardaron en hacerse presentes.

Sólo estaban él y pato en la habitación, las ventanas estaban cerradas así que estaban en medio de la obscuridad.

Por más que quisiera ser un buen padre para Patricio, por más que quisiera no llorar cada que alguien lo lastimaba, por más que quisiera tragarse todo lo malo que habían dicho, por más que quisiera dejar de sentir que había decepcionado a Carlos, no lo lograba.

Su rostro debía de estar inflamado, su cabello despeinado y podía escuchar que afuera Carlos y Charles estaban discutiendo, genial. Bien hecho Sergio, sólo llegaste a generar problemas.

Sólo suspiraba cada que era necesario pero estaba temblando ligeramente.

Y de un momento a otro, todo se quedó en silencio, tras escuchar una puerta azotarse y a Lando llorar, por cierto, Patricio estaba plácidamente dormido entre sus brazos.

Entonces Sergio se preguntaba, ¿sería un buen padre para su hijo? O tal vez sólo cometía error, tras error, tras error y no era más que un idiota.

Sólo estaba dejándose llevar por sus sentimientos, y eso terminaba mal, muy mal. Ya lo había experimentado una vez, ya se había dejado llegar y todo resultó fatal.

Dos golpes en la puerta le indicaron que ya había atardecido, y también escuchó la voz de Charles, más no prestó atención a lo que el monegasco le dijo, sólo lo escuchaba a lo lejos y el horrendo sonido de un pitido.

―Checo.―Reconocía esa voz.

―Vete.―Respondió recostando a Patricio sobre la cama.―No necesito que me recuerdes lo idiota que soy.

―Sergio, abre la puerta.―Carlos suspiró recargando su cabeza en la puerta de madera.―Necesito hablar contigo.

Silencio.

―Yo te lo dije, te dije pero eres un maldito impulsivo.―Charles mencionó con una bandeja de comida en sus manos.

―Ya sé que soy un idiota.―El español mencionó haciéndose a un lado.

―Da igual, lo importante es que lo aceptas.―El monegasco se acercó a la puerta para dar dos suaves toques.―Checo, voy a pasar.

―Está bien.―El mexicano respondió.

Charles entró en la habitación y se encontró al tapatío en medio de la cama, con toda la obscuridad rodeándole.

El español también pudo verlo, estaba devastado, inmediatamente se dió cuenta de su error.

―Sergio.―Mencionó Carlos desde la puerta.

―Si Max es tu preocupación, deberías de dejar de mortificarte.―El mexicano mencionó dirigiendo su vista hacia el madrileño.―Ya no lo voy a frecuentar, pero tampoco esperes que hable contigo como si nada. Max ya no va a acercarse a nosotros, así como lo querías.

Cuando Sergio se levantó para cerrar la puerta, Carlos pudo notar que tenía su rostro inflamado, nariz rojiza al igual que sus ojos y su cabello despeinado; finalmente cerró la puerta en su cara.

Charles estuvo junto a Sergio por alrededor de dos horas, abrazándolo y tratando de calmarlo hasta que finalmente el mexicano se quedó dormido.

El monegasco salió en silencio de la habitación, tratando de no hacer bastante ruido, no quería que el mexicano se despertara nuevamente.

El chico del apartamento 512 (chestappen's version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora