La vida de Sergio había sido un tanto desastrosa, a medida que Patricio crecía sentía que se le escapaba de la burbuja en la que lo mantenía protegido, el ahora adolescente ya no se despertaba a media noche llorando y mucho menos se asomaba en su habitación para preguntar si podía dormir con ellos porque había un monstruo en su habitación.
―¿Qué haces despierto?―Max susurró abrazando a su esposo.―Duerme un rato, tenemos que ir a trabajar en unas horas.
El silencio de Sergio hizo que Max se sentara rápidamente sobre la cama.
―¿Sucede algo?
―Patricio tiene diecisiete años.―Respondió soltando un sollozo.
―Oh, cariño.―El holandés mencionó acariciando el cabello del mexicano, y al acercar su rostro al ajeno su Bello facial entró en contacto con el rostro de Sergio.―Tranquilo, es normal, pato en algún momento tenía que crecer.
―Pero sigue siendo mi bebito, mi pequeñito, mi lindo niño cachetón.―El mexicano respondió limpiando sus lágrimas.―Y ahora no deja que muerda sus cachetes como antes.
Finalmente había estallado en llanto, Patricio ya no jugaba con sus hermanos, tenía diecisiete años y se avergonzaba cada que el tapatío lo llevaba a la escuela junto a sus hermanos e intentaba darle un beso, también estaba el hecho de que su otro hijo, Sergio había entrado en la adolescencia y había dejado de vestir aquellas camisetas con estampado de dinosaurios, aquellos animales que tanto adoraba y que se sabía sus nombres de memoria, ahora tenía catorce y lo único que hacía era jugar Fortnite para intentar encajar con sus amigos, cuando hace algunos años podía pasar horas hablando con Sergio sobre los animalitos marinos, y Penelope, Penelope también estaba creciendo, había dejado de vestir con ropa de las princesas de Disney, su habitación había pasado de estar llena de muñecas y figuras de Barbie a estar en tonos pasteles, con accesorios y uno que otro brillo labial, a sus once años también había cambiado demasiado, Sergio extrañaba a sus hijos, extrañaba despertarlos todos los días con besitos y que ellos estuvieran felices, extrañaba las noches de películas en las que todos veían la sirenita, o el rey león.
Los adolescentes que habitaban aquella casa habían dejado atrás la idea de ser astronautas, paleontólogos y princesas, ahora sólo eran adolescentes malhumorados que pasaban todo el día en sus teléfonos.
El único consuelo que le quedaba a Sergio era su pequeño Emilio, un niño de siete años con cabellos rubios y ojos azules iguales a los de Max pero que mantenía las pecas del mexicano.
―Extraño a mis bebés.―El mexicano mencionó suspirando mientras que su esposo le abrazaba e intentaba tranquilizarlo.
―Está bien, nuestros bebés han crecido mucho.―Max mencionó peinando el cabello de Sergio.
La puerta de la habitación en la que la pareja descansaba fue abierta, dejando ver una pequeña figura de cabellos rubios que llevaba un oso de peluche desgastado en una de sus manos.
―Papi.―Mencionó.―¿Puedo dormir con ustedes? Tengo miedo y pato no me dejó dormir con él.
Emilio mencionó limpiando cualquier rastro de lágrimas de su rostro.
Y Sergio junto a Max de manera inmediata accedieron a que su hijo menor durmiera con ellos, el mexicano porque no podía dejar que su bebé pequeño tuviera miedo y el holandés porque sabía perfectamente que así su esposo se tranquilizaría.
Finalmente Sergio se quedó dormido abrazando a Emilio y Max no pudo volver a conciliar el sueño, el mexicano tenía razón, los niños estaban creciendo demasiado rápido.
Cuando su alarma sonó el holandés simplemente soltó un suspiro, eran las cinco de la mañana y se levantó de la cama para lavar su rostro y ponerse su ropa deportiva, Carlos estaría pronto ahí y tendría que apresurarse.
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El chico del apartamento 512 (chestappen's version)
FanfictionSergio no puede evitar emocionarse al pasar frente aquella puerta con el número 512 grabado en ella, esperando ver al chico que hace su pobre corazón saltar.