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Llegadas las ocho, y después de un elote preparado con chile del que no pica para los dos "güeros" enamorados, el grupo de chicos se encontraba de camino hasta un restaurante, y el camino fue normal hasta que Sergio los metió en una especie de bar/restaurante que parecía muy peculiar ante la vista de Arthur, no habían hombres hablando de negocios, tampoco martinis a los que estaba acostumbrado y mucho menos personas aburridas, al contrario, el lugar estaba lleno de gente que lucía bastante contenta, en la pista de baile que el lugar tenía, dos ancianos bailaban salsa bastante alegres, mientras que en la barra habían hombres de edad mediana sentados insultando al otro equipo con el que estaba jugando el america en la televisión.

Muy agradable a decir verdad.

―Max.―El holandés dirigió la mirada hasta su prometido. "Prometido" sonaba bastante bien.―Hay una canción que me hace pensar en ti.

Sergio confesó sonriendo, mientras que Max parecía sorprendido.―¿Cuál? ¿La conozco?

El mexicano negó con su cabeza, para después dejar un beso en la comisura de los labios de su futuro esposo.―Ahora regreso.

El tapatío sonrió, alejándose de Max y dejándolo un poco confundido.

―Hermano, eres muy afortunado.―Una voz desconocida para él se hizo presente al igual que una mano sobre su hombro.―El chico es muy bonito.

―Lo sé.―Max respondió.―Pronto nos casaremos.

Después de una felicitación por parte del extraño, Max sonrió, aquello se sentía bastante bien, decir que Sergio sería su esposo en tan solo un par de días hacía que su serotonina aumentara, y ni hablar sobre que pato ahora sería su hijo.

El holandés se levantó de su lugar, una nueva canción había comenzado a sonar, poco era lo que entendía pero la voz femenina era bastante agradable.

Cuando el mexicano estuvo en su vista, Max sonrió, pero Sergio fue más rápido al tomarlo de la mano y jalarlo hacia la pista de baile.

―No sé bailar.―El holandés mencionó apenado.

―Ahorita te enseño a persinar el piso mi amor.―Max sonrió, el amor a la mexicana que Sergio le brindaba era sumamente cálido.

―Sólo entiendo que dice 512.―Max mencionó tratando de imitar los pasos que su novio hacía, Sergio parecía una pirinola.

―Es nuestra canción Max, se llama el chico del apartamento 512.―Sergio respondió sonriendo y tomando las manos de Max para bailar juntos, y claro, explicarle la canción.

―Es muy linda.

―Eres mi chico del apartamento 512, tan bonito.―Las mejillas de Max se sonrojaron cuando el mexicano mencionó aquello.

―Te amo mi lindo checo, mi flor de cempasúchil.

Arthur y mick trataban de bailar siguiendo a la pareja de ancianitos que bailaban hace unos minutos, y a Daniel le había ido tan bien bailando cumbia que ahora estaba persinando el piso con una ancianita.

Todo estaba bien, Sergio finalmente había encontrado a su nueva familia.

Pero al español y al monegasco no les estaba yendo bien.

Carlos estaba vomitando en el inodoro mientras que charles le daba apoyo moral.

―Debió de ser algo que comiste.―Mencionó el monegasco.―O tal vez lloraste hasta llegar a tal punto.

―Es que.

―Si Carlos, ya sé que checo se va a casar, pero Max es un buen muchacho.

El español vió a su esposo, mientras que nuevas lágrimas rodaban por sus mejillas.

El chico del apartamento 512 (chestappen's version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora