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El holandés estaba dispuesto a ignorar a aquel hombre, pero mick parecía curioso.

―¿Usted quién es?―Preguntó observando los ojos azules del extraño, eran sumamente parecidos a los suyos y tal vez el hombre lo notó.

Aunque este estaba callado, observándole como si estuviera viendo a algún fantasma, había entrado en trance.

―Mick, entra al apartamento.―El tono que Max usó para decir aquello, provocó que el rubio entrara de inmediato al apartamento, sólo para quedarse tras la puerta, escuchando atentamente el intercambio de palabras entre su hermano y aquel hombre.

El holandés estaba furioso, aquel hombre que tanto le había prometido sacarlo de aquel infierno y que se lo había ganado a base de golosinas cada que iba a su casa estaba nuevamente frente a él.

―¿Qué hace usted aquí?―Preguntó cruzándose de brazos.

―Max, escúchame.

―No me interesa escucharlo, señor Schumacher.

Mick parecía confundido, no había escuchado nada acerca de aquel apellido.

―Max, sólo vine a ver a mi hijo, merezco conocer a mick, merezco acercarme a él y también ganarme su cariño y confianza.

Las manos del rubio comenzaron a temblar, ¿entonces era por eso que Jos lo rechazaba? ¿Era por eso que Jos siempre evitaba verlo o fingía que no estaba en casa y a veces que simplemente no existía?

―A mick no le interesa conocerlo, para él su padre es el idiota de Jos y yo.

―Max, ¿podrías al menos escucharme?

―No estoy interesado.―El holandés le dió espalda al alemán que le veía implorándole al menos unos segundos de su atención.

Uno de los peores errores que pudo llegar a cometer Max a lo largo de su vida fue dejar a mick solo con Jos cuando fue a entrenar.

Aquel día que llegó a casa notó todo muy callado, Jos estaba en la sala y cuando entró este le ignoró, continuó viendo a los Lakers.

Max jamás imaginó que al subir a su habitación encontraría a mick acostado en la cama que compartían (Jos jamás quiso comprarle algo al menor, pues alegaba que no era hijo suyo y por ende no tenía que invertir dinero en él).

Mick, ¿por qué no estás jugando con el muñeco que te compré?―Aquel Max de nueve años se había esforzado bastante en juntar dinero para comprarle el juguete que tanto quería a su hermano.

No recibió respuesta, sólo escuchaba el sonido de los sollozos de su hermano, lo cuál le alertó, y de manera inmediata alejó las cobijas que cubrían el cuerpo del menor, su espalda estaba irritada, las marcas del cinto parecían recientes y una en específico estaba sangrando. Jos había descargado toda su ira en el menor.

¿Qué sucedió mick?―Aquel max que tuvo que madurar a temprana edad preguntó mientras ayudaba a su hermanito a sentarse, para después buscar algo de pomada.―¿Él te hizo esto?

El rubio asintió apenado.―F-fue culpa m-mía.―Admitió con su voz entrecortada, mientras las lágrimas se desbordaban de sus ojos.―Dejé caer el vaso favorito de papá.

Eso no lo justifica.―Max mencionó terminando de poner pomada sobre la espalda de su hermano.―No quiero, bajo ninguna circunstancia que bajes, y si algo se sale de control llama a la policía, dudo que contesten pero intenta al menos llamarlos.

El rubio asintió, sin entender lo que su hermano decía, y el no tan inocente Max que sabía sobre los demonios que habitaban en el mundo (estaba al tanto, vivía con uno después de todo) tomó su bat de béisbol y salió de la habitación.

El chico del apartamento 512 (chestappen's version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora