Capítulo IX

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Robb
Westeros

—ser Barristan Selmy, majestad—informan, antes de dejar pasar a la tienda al guardia

El hombre luce igual que como lo describen. Corpulento, pero no demasiado; anciano, pero no mucho y una mirada fría que no te deja saber qué es lo que pasa.

—Lord Stark—asiente en mi dirección y entrecierro los ojos—. Lady Catelyn. Lamento su pérdida.

Mi madre asiente, distante, sin mostrar nada más que sospecha por la presencia del antiguo Comandante de la Guardia Real de Robert Baratheon.

—Rey del Norte—corrijo—. ¿Qué te trae a territorio enemigo, ser Barristan?

—Vengo como mensajero de la Reina de Dragones, Alyssa Targaryen.

La mención de ese apellido me hace tensar, fruncir el ceño mientras considero si debería matar al hombre frente a mi.

—Los Targaryen están muertos—dice mi madre y el ser dirige sus ojos en su dirección

—No, mi Lady. Dos mujeres Targaryen están vivas, y la mayor usa el derecho de conquista para recuperar el trono que le ha pertenecido a su familia durante siglos.

—Imposible.

—No lo es—niega—. Han estado refugiándose en las ciudades libres durante años, y ahora ellas están listas para luchar por el trono.

Entonces ahí estaban los hijos de Aerys.

Nunca tuvimos mucha información sobre eso, solo que habían desaparecido antes del ataque a Dragonstone.

—¿Qué es lo que me manda a decir tu reina?—cuestiono

—Que se unan a ella y les permitirá conservar el Norte—informa—. Podrá seguir siendo llamado rey, pero debe jurar lealtad a ella.

Bufo.

—Una mujer en el trono de hierro—respiro profundo—. Eso nunca ha pasado, y dudo que ella vaya a ser la primera.

Un rugido resuena en el lugar, haciendo temblar el piso bajo nosotros mientras ser Barristan sonríe.

—¡Un dragón!—gritan desde fuera—. ¡Nos atacan!

—No los atacamos—aclara ser Barristan—. Pero la reina a veces prefiere ver a las personas mientras negocian.

Sale de la tienda, así que desenfundo mi espada antes de apresurarme a hacer lo mismo, viendo a mis hombres apuntar con flechas hacia el dragón.

La bestia es enorme. Cubre el cielo casi por completo, oscureciendo el campamento mientras sobrevuela en círculos, rugiendo de tal forma que creo que mis oídos podrían explotar.

—Yo no haría eso—ser Barristan le baja el brazo a uno de los arqueros

Mi piel se eriza cuando las historias sobre los dragones llegan a mi cabeza, recordándome que pueden acabar con el campamento entero en menos de un minuto.

Pero mis ojos siguen sin creer que están viendo un dragón.

La bestia comienza a descender, alarmando a los hombres que esperan que les dé la orden de atacar; pero me quedo perplejo cuando veo la cabellera blanca en medio del negro.

El dragón es terrorífico. Es la bestia más horrible que he visto en toda mi vida, e incluso Greywind retrocede atemorizado al ver la enormidad de la bestia.

Su aterrizaje sacude la tierra como si de un terremoto se tratara, el batir de sus alas apaga cada fuego, pero lo que me hace retroceder es el rostro del enorme dragón, que acerca su hocico a los hombres más cercanos, quienes se orinan en sus pantalones por el miedo.

The queen of fire and ice [Robb Stark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora